­ANDRÉS VALDÉS alicante

En 1975, el actor Sean Connery se comía las madrugadas almerienses con su partenaire español Aldo Sanbrell. Rodaban El viento y el león y la costa almeriense se rendía a los encantos de dos actores famosos que partían la noche juntos. En el desierto de Tabernas todavía quedan amigos, admiradores y viejos compañeros de quien fuera el secundario de lujo del western europeo, el malo despiadado de las películas de Sergio Leone o Mario Camús, un actor querido y respetado. Aún hoy abundan los tributos a Sanbrell, a esa mirada negra como el lomo de un insecto que desafiaba a las de Clint Eastwood, Burt Reynolds, Lee Van Cleef o Charles Bronson sosteniendo un revólver entre el polvo y la épica de Ennio Morricone. Todos ellos han aplaudido su muerte: era el malvado derribado a balazos, el gringo cruel que viajaba al infierno con el cráneo partido por un tomahawk navajo. Ahora, 40 años después del ocaso del spaghetti western, su vida se extingue lejos del escenario y con el único calor de su público más fiel: su mujer y su representante. Aldo Sanbrell se apaga a los 79 años, tras sufrir tres microinfartos cerebrales, en una habitación del Hospital General de Alicante, ciudad donde consumó su desengaño con la misma industria que le llevó a lo más alto del cine. Actor en más de 170 películas desde que debutara como extra en Rey de reyes en 1961, no ha conocido más reconocimiento en su país que una humilde mención en el festival de cortometrajes de Sax del año 2007.

José Portolés, mánager y amigo íntimo del actor desde que se instaló en Alicante en 2006, informó el pasado 25 de mayo a su círculo profesional más directo de que el veterano actor llevaba una semana ingresado «con pronóstico reservado pero poco halagüeño». A día de hoy, ni AISGE ni la Academia de Cine Español han mostrado interés por su estado de salud.

«Él hizo grande el desierto de Tabernas. La película 800 balas, del presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, está inspirada en su amistad personal con Clint Eastwood. Sanbrell agoniza hoy solo, olvidado por la industria en el hospital de Alicante. Así paga Roma a sus generales», lamenta Portolés.

Sanbrell pasó en Madrid la guerra y la posguerra, hasta que al cumplir los 18 años fue llamado a filas por el Régimen para cumplir el servicio militar. «En sus propias palabras, no iba a trabajar para el ejército que mantenía a un régimen que detestaba. Era muy deportista y se marchó a México para ganarse la vida como cantante y jugador de fútbol, tras una etapa en el Rayo Vallecano».

En el país de Pancho Villa cantó flamenco, aprendió inglés, emuló a Sinatra bajo el nombre artístico de Alfredo de Ronda y jugó al fútbol en el Puebla y en el Monterrey. «Convertía cada rodaje en una fiesta. Los puros retorcidos de Eastwood y de la Trilogía del dólar salían de su pitillera. Elli Wallach, «el feo» de El bueno, el feo y el malo, me confesó que lo primero que aprendió en español fue "tapas, cañas y gambas " y que se lo enseñó Sanbrell durante el rodaje».

Un año después de participar en el colofón de la saga de Leone, interpretaba uno de sus papeles más importantes junto a un jovencísimo Burt Reynolds en Navajo Joe. Nunca ha abandonado la interpretación, como prueba su reciente participación en la serie El Comisario.

Postrado en la cama, sonríe y advierte de que no habla porque está sedado, no por debilidad. En la habitación, su mujer, Portolés y su esposa. Y Burt Reynolds, que, desde la carátula de Navajo Joe, le recuerda quién es.