La directora general de Teatres de la Generalitat, Inmaculada Gil Lázaro, al ser preguntada en rueda de prensa sobre el espinoso asunto del endeudamiento, se niega a responder, demostrando una vez más su bajo perfil político y un esmerado aprendizaje de la táctica gubernamental imperante. La consigna es simple: hacerse los suecos, aguantar el tipo, endilgarle a la prensa la propaganda triunfal, cantar loas, encomios y alabanzas, mientras los pajaritos cantan, las nubes se levantan… y esperar a que escampe. Pero no es esa la manera prototípica de proceder de José Sancho, el protagonista de Los intereses creados, que comparece junto a ella. Entre irritado y perdonavidas, el actor entra en la polémica con su desparpajo habitual: la principal labor de la Administración es que la gente vaya al teatro y luego, crear trabajo. Lo demás ya lo he vivido: un teatro para grupúsculos muy selectivos, la cultureta de finales de los 70 que menospreciaba al espectador, que no acudía. El artista del régimen, cual mephisto, viene a explicarnos las claves de la transición valenciana, cuando él cabalgaba para la televisión, asaltando caminos, a trabucazos por Sierra Morena.

Con perogrulladas del mismo estilo, Sancho continúa la filípica: nadie puede exigir que le garanticen el trabajo. Es un disparate, como si un pintor exigiera que le compren los cuadros. Los políticos y la Administración no pueden ser la vaca de la que maman las compañías. Mira quien habló que la casa honró. Qué profundidad de pensamiento, para ver la paja en el ojo ajeno. Compañero Pepe: las compañías valencianas del ramo escénico no maman de ningún mugrón. Ahora bien, solicitan ayuda a la administración autonómica como cualquier otro sector que precise de impulso y amparo. Las compañías son empresas radicadas en este territorio, donde pagan sus impuestos, generan empleo, concurren a una convocatoria pública, se someten a una baremación definida por una normativa, acatan la decisión de una Comisión técnica, recurren en contencioso si están en desacuerdo, justifican contablemente y cobran con retraso una exigua cantidad. Es más, esto ocurría cuando las cosas discurrían todavía con cierta normalidad, pero la crisis económica ha abierto la posibilidad más que factible de acabar con un sector profesional que nunca claudica pues no se somete al clientelismo que exige el poder, ahora el Partido Popular. Sancho es lo único y mejor que tienen como sicario. Sale al combate criticando lo que él mismo practica como sistema: muñir sin miramiento, y los demás que espabilen. Sus producciones escénicas son impuestas desde Conselleria con la anuencia del Presidente Camps, que no entiende ni papa del asunto ni ganas, pero siempre tiene a mano un talón para traer a una vieja gloria que le dé relumbrón. Para este singular quehacer cuentan con el chispeante Crispín, con Inmaculada, en su jardín… Teatres se vuelve a meter en otra ciénaga con esta nueva producción en sus más patéticos y lúgubres intereses creados.