La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España ha valorado el trabajo ininterrumpido durante más de seis décadas en cine, teatro y televisión del recién fallecido actor madrileño Manuel Alexandre, un hombre al que apasionaban, por este orden, las mujeres y los percebes.

"El cine español está de luto", declara la Academia del Cine en una nota necrológica, en la que recorre los sesenta años en activo del genial secundario del cine español, al que recuerda como "incondicional del amor, y de la coca-cola", y con terror a los aviones.

Soltero y sin hijos, Alexandre no era ambicioso, pero sí echó de menos no haber interpretado más roles heroicos, recuerda la Academia, para quien Alexandre, ganador del Goya de Honor 2002, fue un hombre "muy querido por sus compañeros".

"Manolito, como le llamaban sus íntimos, nunca se apeó de su inconfundible sonrisa. Toda estaba preparado para que fuese abogado, pero descubrió el teatro universitario, abandonó la Facultad y se apuntó en la Escuela de Arte Dramático de Madrid", recuerda la nota.

"No pudo este imprescindible de nuestro cine, medio que alternó con el teatro y la televisión, cumplir su deseo de vivir hasta los 101 años, como su padre, que 'hasta los noventa se tomaba copa y puro. Y ya se sabe que todo está en los genes', decía este actor 'del pueblo y para el pueblo' al que, por este orden, le gustaban las mujeres y los percebes", recuerda la Academia.

"A sus 92 años -hubiese cumplido 93 el 11 de noviembre-, era memoria viva de la historia del cine y del teatro español del siglo XX. Con su muerte desaparece uno de los últimos supervivientes de esa estirpe de actores llamados cómicos".

La Academia ha destacado su participación en más de 300 películas a lo largo de su carrera, así como en innumerables obras de teatro y mucha televisión.

En este medio, recuerda la Academia, su última aparición fue en la miniserie "20-N: Los últimos días de Franco", donde Alexandre, a quien la edad no mermó su capacidad de trabajo, interpretaba al general.

"A Alexandre le brillaban los ojos cuando recordaba sus visitas al cine Encomienda, donde leía los letreros del cine mudo a una viejecita; su formación como fontanero, el oficio de su padre, la guerra, o el teatro, donde conoció a su "hermano", Fernando Fernán-Gómez, con el que fue por primera vez a las tertulias del Café Gijón en el 42".