Domingo natiabascalistas

Lo sé, lo sé. Me he declarado en más de una ocasión lomanista. Y Carmen Lomana y Naty Abascal, les imagino enterados, no son compatibles. Son como agua y aceite. O agua para chocolate. Pero he de rendirme a los manolos (digo, pies) de Naty. ¡Qué bodorrio, señores y señoras! La gran boda de la Abascal. Me sabe faltal por la novia, que debe ser la protagonista, y el novio, que también aunque menos, pero fue la gran boda de la madrina. Estilista de ¡Hola! ha sido, sin duda, su mejor editorial de moda. Todo llevaba el sello de la ex del fallecido duque de Feria y madre del actual duque de Feria. Y del que ejerció como su acompañante, el hombre más bronceado del mundo con permiso de Julio Iglesias, Valentino. Los novios, los primos, los sobrinos, los hermanos, todos llevaban su sello. Ha dicho Carmen Lomana que no hay nada menos elegante que vender la exclusiva de la boda. Puede, pero a ver quién le tose a una madrina capaz de llevar encima tres lazos gigantes de distinto color, amén de la correspondiente mantilla, sin perder ni un ápice de clase y glamour. Y luego estaba ese desfile de chaqués y tocados de Philip Treacy, porque todas llevaban tocados de Treacy comprados en la misma tienda de Madrid. Que las tierras toledanas de los Medinaceli parecían Ascot. Lo único, la incomodidad: el protocolo prohíbe destocarse a la hora del banquete, así que imaginen esos pamelones y esas plumas en la mesa. Pero todo no puede ser.

Lunes Letizia la bloguera

¿Que no se lo creen? Los asesores de imagen de la Casa del Rey quieren hacer de ella una princesa del pueblo II (¿o será III?) y barajan abrir un blog principesco, en el que Letizia escribiría sobre sus cosas y daría opiniones, blancas como las marcas. Lo cuentan en su libro Carmen Enríquez y Emilio Oliva. Pero Letizia ya está en las redes sociales. Se lo digo yo. «He comenzado a proponer actividades para el futuro inmediato. No quiero acabar visitando hospitales y acariciando a niños enfermos para la foto del Diez Minutos. Filíp a veces se cansa de los actos interminables, de los días interminables de saludos y besamanos». Eso leo en el Diario de Letizia. Que igual es una impostora, no lo dudo. También estaba la pequeña, la infantita. Una tal Sofi odio a mi hermana se desahogaba con los internautas. Pero, claro, como no era Sofía ni nada y la cosa dejó de hacer gracia en la Zarzuela, acabaron cerrando el blog. Lo de Letizia tiene su aquél. Ahora que Pérez Hilton ha prometido ser bueno, igual la princesa podría ocupar su hueco de blogger incisivo.

Martes la feria de las vanidades y el rey

El llorado Tony Curtis celebró su 80 cumpleaños a lo grande. Posando desnudo en Vanity Fair. Se cubría, eso sí, con sus Yorkshire, llamados Daphne y Josephine como Lemmon y Curtis en Con faldas y a lo loco. Esta semana la portada de Vanity España es para el rey. Pero vestido. No me miren así, tampoco sería la primera vez que se le ve desvestido. ¿O no recuerdan cómo lo pillaron en la cubierta del Fortuna? Pero el rey de portada es un monarca del pasado, 18 años atrás. Dice Selina Scott, «la periodista británica que más íntimamente trató a Juan Carlos» (¡cómo son estos de la revista apostillando!) que «es coqueto y arrollador». Pero hasta la propia feria de las vanidades ya apuntaba hace unos meses a Felipe como futuro. Y al príncipe —esto lo sé por el libro antes citado, porque yo no lo trato— le gustan los bocadillos, las palomitas y el gin tonic con pepino.

Miércoles ZP pierde una prescriptora de moda

Igual resulta frívolo este tipo de comentario. Pero entiendan que algunos/as no entendemos que términos como fashionista o De la Vogue se utilicen como insulto. Y tengan en cuenta que María Teresa Fernández de la Vega (Valencia, 1949) gustará o no, pero tiene un currículo irreprochable y ha estado, siempre, entre los miembros del Gobierno mejor valorados y en la de las personas más influyentes de este país. Y también, por qué no, en la lista de elegantes. Por delante de Trini —que es una señora aunque Guerra le llame señorita— y la señora Espe. Cosa que le pesará mucho a los del Frankfurter Allgemeine, acuñadores de las expresiones socialistas fashionistas y muñequitas de ZP. Y que suscitará reticencias en las filas del Partido Popular, que llegó a interrogarla parlamentariamente acerca «de dónde saca ´pa´ tanto como destaca». Pero a mí, ya me irán conociendo, supongo, me parece estupendo que cuide su imagen, que le guste la moda y la consuma (española y también internacional, cara o low cost) y se gaste su dinero en lo que le plazca. ZP pierde, con su salida, una prescriptora de moda. Y, lo que es peor, en su equipo pierde la paridad.

Jueves el «sex appeal» de Belén

¿Belén Esteban sexy? Pues sí, ¿qué se pensaban? La de San Blas se ha colado en la lista FHM de bellezones de portada, así, sin más. Está en el puesto 96 de 100, sí, pero más quisieran algunas. Compartiendo ranking, de tú a tú, con Megan Fox (la más mundial), Adriana Lima, Pilar Rubio, Sara Carbonero o Edurne (la más nacional). A Edurne ya le pisó los talones en el Más que baile aquél. La ex triunfita era más alta, más guapa y bailaba mejor, pero el pueblo aclamó a su princesa. Lo ha vuelto a hacer. ¿Acaso no se puso ella sus buenas prótesis, posó para Interviú como Dios la trajo al mundo y se hizo la cirugía estética? Pues como las otras.

Viernes detrás de toda gran Michelle

¿De quién echa mano el presidente de Estados Unidos cuando necesita tirón electoral? De Michelle Obama. Con índices de popularidad por encima de su marido, en cabeza de la lista Forbes de las mujeres más poderosas del mundo, diplomada en Harvard, concienciada (su esposo come hamburguesas, ella cultiva verduras ecológicas en la Casa Blanca) y musa de estilo. Las cifras cantan: Michelle convierte en oro todo lo que toca su cuerpo serrano. Se viene de vacaciones a España y la Costa del Sol cotiza al alza. Se pone cualquier vestido y la firma dispara sus ventas. Cosa que no logra ni la mismísima Carla Bruni. ¿Por qué? Porque la primera dama francesa viste Dior, maravilloso pero inalcanzable para la mayoría, mientras la primera dama estadounidense elige marcas más accesibles. Ni tampoco Barack, que se puso en su toma de posesión un traje azul marino a medida de una empresa de Chicago que a los tres días se declaró en quiebra. No tiene el efecto Michelle.