Estrasburgo, hotel Maison Rouge, 10 de agoto de 1944. Trece hombres, todos poderosos banqueros y empresarios, oficiales de las SS y la Gestapo encabezados por la mano derecha de Hitler, Martin Bormann, se reúnen para crear Odessa, la organización que facilitará la huida de los dirigentes nazis ante la inminente caída del III Reich. En esta escena histórica se "cuela" un invitado no airo y ficticio, Edmund Lienart, que será llamado a dirigir tamaña empresa. Entre la ficción y la realidad existe un espacio, la "ficción plausible" por cuyas rendijas hace discurrir Eric Frattini la historia de El oro de Mefisto (Espasa).

La novela sigue la senda de las muchas teorías que sostienen que Hitler no se suicidó en el búnker, sino que logró salir de Alemania y terminó sus días en Argentina. ¿Tienen estas tesis alguna base o son meras leyendas urbanas? "Si me preguntas a mí personalmente yo creo que Hitler, como han contado todos los grandes historiadores de la II Guerra Mundial, murió en el búnker. Pero luego empiezas a hilvanar historias. Stalin siempre dijo que escapó. Cuando terminas de leer la novela dices porqué no pudo suceder así". Hay testimonios que avalan esta posibilidad: un documento de la contrainteligencia norteamericana en Europa que informa de que han localizado a Hitler al sur de Noruega; la declaraciónde un alto oficial de las Fuerzas Aéreas Alemanas, ante el tribunal polaco que le juzga, que asegura haber llevado personalmente al Fürer y Eva Brown haciendo escala en Noruega, la "misteriosa" desaparición de varios submarinos que reaparecen en 1945 en un puerto de Argentina.

"A lo mejor los tres documentos no tienen nada que ver -apunta Frattini- pero yo le doy un hilo narrativo para hacer creer una ficción plausible". ¿Por qué Argentina? Por Perón, explica el autor, los nazis se refugiaron en Latinoamérica porque todo eran dictaduras militares. Pero también la España franquista acogió a muchos altos oficiales. Y la Costa Blanca alicantina: "el cementerio de Dénia está lleno. Es fácil identificarlos porque en la lápida tienen un símbolo rúnico, un tenedor mirando hacia arriba".

A pesar de todo, El oro de Mefisto no se centra en Hitler y sus seguidores, sino en otros colaboradores necesarios. La Iglesia Católica. Una de las principales rutas de escape era el llamado "Pasillo Vaticano". Según el escritor, Pío XII temía más a Stalin que a Hitler. Y, sobre todo, la banca suiza, que lavaba y movía el oro -procedente de los países ocupados, de las propiedades de los judíos, incluso de sus piezas dentales (en los lingotes se halló el mismo mercurio usado por los odontólogos alemanes)- que sustentaba el régimen por interés económico. El presidente del Reichbank declaró al tribunal que, sin su apoyo, la guerra habría acabado en diciembre de 1943. "Yo creo que los suizos han jugado el papel más repugnante", sentencia Frattini. Al final, Fausto vendió su alma a Mefisto. Por oro.

El valle bávaro a los pies de la "montaña sagrada del Führer"

Los escenarios por los que discurrieron las postrimerías del III Reich cobran, en la novela, una importancia mayúscula. Tanto, que Frattini (Lima, 1963) pasó un mes entero en Berchtesgaden, donde estaba la casa de campo de Hitler, el "Berghof" (sólo quedan los cimientos) y viajó a Khiel donde se expone un submarino para poder describir una escena que transcurre en su interior. "Acabo de leer -apunta- que Ken Follet dice que ahora no hace falta moverse para documentarse. No estoy de acuerdo. Yo necesito estar allí para describirlo". Como el valle bávaro del Obersalzberg, a los pies del Unsterberg, la montaña sagrada de Hitler. El valle estaba comunicado mediante kilómetros de túneles. Aún hoy es posible visitar el "Nido del Águila", el refugio de montaña que se hizo construir a 1.800 metros de altura, tal y como es, debido a que no fue afectado por los bombardeos británicos. Son lugares de peregrinaje, explica Frattini, lo que le ha creado numerosos problemas al gobierno alemán. Parajes y documentos figuran en la web elorodemefisto.com.