Una amplia sucesión de hechos que se han producido a lo largo de los últimos días ha vuelto a poner de manifiesto la estrecha relación que une la fiesta de los toros y la cultura. De esta forma, la concesión de la medalla de oro de las Bellas Artes al torero alicantino Luis Francisco Esplá, unido al barril customizado que éste ha pintado para las bodegas valencianas Vicente Gandía, así como la reciente publicación de los libros Tauroética, del filósofo Fernando Savater y Escritos Taurinos del magistrado Mariano Tomás. De otro lado, la exposición Vivan los toros: carteles para la reflexión, que se puede visitar en los salones de La Nau de la Universidad de Valencia y el estreno en el Instituto Francés de Madrid de la película Matador, dirigida por el, norteamericano Stephen Higgins sobre la figura de El Fandi,sin olvidar la exposición de fotografías de Antonio Banderas con notable contenido taurino y el reciente fallecimiento del cineasta Luis García Berlanga, quien dirigió un relevante largometraje de ambiente taurino como La vaquilla.

Y, todo ello, en un momento donde los estamentos taurinos están reclamando que la tauromaquia salga del Ministerio del Interior y se integre en el de Cultura. Al margen de aspectos legales y económicos, motivo de otro estudio, hay que dejar claro que la necesaria salvaguarda del interés de los aficionados, así como la defensa de la integridad del espectáculo no debe permitir la total desvinculación de la fiesta de los toros de la tutela de la autoridad.

Con todo Rubalcaba, flamante nuevo súper vicepresidente del Gobierno, se ha mostrado más receptivo que la pavisosa ministra de Cultura a atender las reivindicaciones de los toreros sobre el particular. Y a ello hay que añadir la petición de la Asamblea de la Comunidad de Madrid de declarar a la fiesta de los toros Bien de Interés Cultural, idéntica demanda a la realizada por el gobierno valenciano. Ya en su momento, el escritor Ramón Pérez de Ayala lideró un movimiento para que los toros fueran reconocidos como una de las Bellas Artes.

Y es que, a pesar de las opiniones de algunos, la fiesta es un fenómeno cultural de primer orden, que ha servido de inspiración a artistas de variada condición, quienes han creado sus obras inspirándose en la misma. La tauromaquia está enraizada en la idiosincrasia, en la misma historia de España y su evolución, tal como afirman Sánchez Dragó y Álvarez de Miranda. También aseguraba Ortega y Gasset que había que "asomarse a las plazas de toros para comprender la historia de España". Y Salvador de Madariaga analizaba el toreo de la siguiente manera: "La fiesta participa de muchas manifestaciones artísticas. Es un drama, en constante peligro, pintura de belleza impar, con luces y colores, obra de arte escultórico y con elementos propios del ballet".

En la pintura han plasmado imágenes sobre tauromaquia artistas como Mariano Benlliure, Sorolla, Ignacio Zuloaga, quien intentó ser torero y lució el apodo de El Pintor. También Picasso, Solana, Goya con su célebre Tauromaquia, Miró, Daniel Vázquez Díaz, Salvador Dalí e incluso Gustavo Doré en su obra Viaje por España, por no citar artistas más modernos como Ruano Llopis, Roberto Domingo, López Canito, Lope Tablada, Pepe Puente, Álvarez Carmena, Juan Reus y Sanchis Cortés, entre otros muchos.

En el terreno de la poesía, toda la Generación del 27, movimiento que esponsorizó el matador Ignacio Sánchez Mejías, y de la que formaban parte García Lorca, Gerardo Diego, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Luis Cernuda y Fernando Villalón entre otros, dedicó magníficos poemas al mundo de los toros. Incluso Miguel Hernández, cuando llegó a Madrid desde su Orihuela natal, realizó su primer trabajo redactando parte de los cuatro primeros tomos del Cossío, donde escribió algunas biografías como las de Antonio Reverte, Lagartijo y Tragabuches. También Rafael Morales, José Bergamín y Salvador Rueda cultivaron la poesía taurina y Manuel Machado, autor de Rojo y Negro, aseguró que hubiera cambiado su producción poética por haber sido banderillero.

Por otra parte, en el plano de la novela encontramos magníficos ejemplos. En este sentido, Ramón Pérez de Ayala fue un gran belmontista y escribió una obra titulada Toros y Cultura. Benito Pérez Galdós tuvo gran amistad con Rafael González "Machaquito", de cuya boda fue testigo. Valle Inclán fue amigo de Juan Belmonte y a la historia ha pasado aquella célebre contestación que el Pasmo de Triana le dio cuando el barbado gallego le dijo que sólo le faltaba morir en la plaza: "Se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda". E incluso Emilia Pardo Bazán fue la defensora de la fiesta de los toros en Europa. Sin olvidar obras como Riverita, de Armando Palacio Valdés, y La Gaviota, de Fernán Caballero.

Un Nobel taurino

No hay que olvidar obras como Los clarines del miedo, de Lera. Elena Quiroga escribió La última corrida y el premio Nobel Camilo José Cela, quien llegó a torear en varias plazas de la provincia de Ávila, publicó El Gallego y su cuadrilla y Toreo de Salón. José María Sanjuán es autor de una magnífica colección de cuentos taurinos bajo el título El ruido del sol. José María Requena, con El Cuajarón, obtuvo el Premio Nadal en 1972. Antonio D. Olano reflejó el mundo de los subalternos en Los hombres se visten de plata, al igual que Jorge Cela con Blanquito, peón de brega, y la pluma de Vicente Blasco Ibáñez firmó Sangre y Arena.

Autores extranjeros hicieron lo propio. Así Joseph Peyre es autor de De luces y sangre, Jean Cau de Las orejas y el rabo, con Jaime Ostos en papel protagonista. Del ingenio del uruguayo Carlos Reyles es El Embrujo de Sevilla, en tanto que el cubano Alberto Insúa publicó La mujer, el torero y el toro, Próspero Merimée hizo lo propio con la célebre Carmen, sin olvidar a Ernest Hemingway con obras muy conocidas como Fiesta, Muerte en la tarde y El verano sangriento. Y una gran repercusión tuvo la semblanza de Manuel Benítez "El Cordobés" que Dominique Lapierre y Larry Collins trazan en su celebrada O llevarás luto pormí.

En el mundo del teatro también existen obras interesantes. En este sentido, es legendaria la frase que Cúchares le dijo en una ocasión al actor Julián Romea: "Aquí, en los toros, se muere de verdad y no de mentirijillas, como en el teatro". Lope de Vega describió pasajes taurinos en El caballero de Olmedo y, por citar algunos ejemplos, Alfonso Sastre escribió La Cornada y Miguel Miura hizo protagonista a un torero en El caso del señor vestido de violeta. Por su parte Sánchez Mejías escribió una comedia de ambiente taurino titulada Zaya y los hermanos Quintero encontraron gran inspiración en el toreo dentro de su amplia producción. Federico Oliver trató del toreo en Los semidioses y Francisco Nieva obtuvo el Premio de la Crítica en 1982 por su Coronada y el toro.

Ópera rock sobre Paquirri

En música, al margen de los pasodobles, existen óperas como la Carmen de George Bizet y la de Barbieri titulada Pan y toros. Joaquín Turina compuso La oración del torero y más reciente es la ópera rock Matador de Andrew Lloyd Weber basada en la vida de Paquirri. Y en el cine, el toreo también está muy presente. Cabe citar largometrajes tales como El monosabio de Ray Rivas; Tarde de toros de Ladislao Wadja; Carmen de Francesco Rossi y Torero de Carlos Velo. De Sangre y arena se han hecho versiones protagonizadas por estrellas como Rodolfo Valentino, Rita Hayworth, Sharon Stone, Tyrone Power.

Agustín Díaz Yanes, hijo del banderillero Michelín, dirigió Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto y Belmonte estuvo en manos de Juan Sebastián Bollaín. Pedro Almodóvar trataba el tema taurino en su oscarizada Hable con ella, tras haber dirigido otro largometraje de ambiente taurino: Matador. Otros directores españoles de prestigio hicieron lo propio: Rafael Gil con Chantaje a un torero; Ignacio F. Iquino con El Niño de las Monjas; Pedro Lazaga con Nuevo en esta plaza y José María Forqué puso las imágenes de Yo he visto la muerte.

Que la fiesta es un fenónemo cultural de primer orden y que tiene que ver con las Bellas Artes es algo que no admite discusión. Como manifestación cultural debe ser considerada. Otra cosa es el tema de su regulación y la normativa aplicable a la organziación y desarrollo de los espectáculos taurinos. Por defensa del interés de los aficionados y de la integridad del espectáculo, la autoridad no puede quedar fuera de los mismos. Por mucho que tengan que ver con la cultura.