Jugando con el cogito cartesiano, Manuel Cruz defiende que la razón tiene un complementario con el que la filosofía debería reconciliarse, la emoción. ¿Filosofía del amor? ¿pero no es irracional? "Podemos pensar sobre él -aclara Cruz de inmediato- si no, solo haríamos música o poesía".

¿Los filósofos hablan mucho del amor porque no tienen tiempo para practicarlo? (la frase es del escritor francés Michel Houellebecq) "Los tres autores varones del siglo XX que aparecen en el libro -Sartre, Heidegger y Foucault como representante del amor homosexual-fueron grandes amadores", responde el autor. Y añade "el filósofo no se diferencia del resto de seres humanos porque le ocurran cosas que a los demás no, la diferencia es que él se fija en cosas que los demás también ven pero no les llaman la atención". En todo caso, completa, el filósofo "tiene la experiencia del pensar, y es una actividad radicalmente solitaria, y a lo mejor necesita más un amor completo más que otro. Se ve claramente en Heidegger y Hannah Arendt".

Si el concepto del amor ha ido variando desde Platón hasta Foucault, ¿no será que no es real, sino cultural? "Hay que distinguir -explica Manuel Cruz- entre la realidad y el concepto. Todavía hablamos del amor platónico. ¿Qué permanece? La realidad del amor, la materia prima, el barro, lo cultural es la forma que se modela ese barro. Platón decía que el amor es energía, fuerza; Spinoza, que es carencia, amamos porque somos imperfectos, nos falta algo". No solo reflexionaron sobre el amor, también lo vivieron. ¿Cómo? "De múltiples maneras -dice Cruz- el erotismo de Platón, la lujuria de San Agustín, la frustración de Spinoza, la pasión de Abelardo de Eloísa o la curiosa relación de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir". Tres ejemplos:

San Agustín

San Agustín incorpora, señala Cruz, el sentimiento de culpa, "el deseo doblado de culpa". Al religioso se le atribuye la frase "Señor, hazme casto, pero no todavía". Contraponía el amor humano y el amor a Dios.

Nietzsche

Considerado un gran misógino tuvo sin embargo un amor frustrado: Lou Andreas Salomé. Así hablaba Zaratrustra no es otra cosa que "es el producto de su amor frustrado".

Sartre y Beavoir

Es un caso peculiar. El autor de Amo luego existo lo explica así: "Llegan a un pacto. Serán pareja pero vivirán separados, cada cual podrá tener sus historias y se las contará al otro, etc." Pero, según Manuel Cruz, la sensación es que ese acuerdo no lo llevaron igualmente bien, le resultaba más penoso a ella. Cruz piensa que el pacto con Sartre no le salía del corazón, sino del cerebro: "Da la sensación de que estaban presos de su propia imagen, de un compromiso que no era privado, era público. Todo el mundo sabía el acuerdo al que habían llegado y eso les pesó".