Autora y personaje. La nueva novela de García-Lliberós se ha estrenado con enorme éxito y cálido ambiente.

El estreno de un libro es su presentación. Y Lucía o la fragilidad de las fuertes batió todos los records. En principio, el de asistencia, con un llenazo absoluto en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés, desbordada por público de pie; algo infrecuente tratándose de un libro que no es una novela negra ni de vampiros; tampoco es una biografía que despierte el morbo de rastrear nombres conocidos, y además, es obra de una autora local (ya saben aquello de la profecía en tierra própia). Otro dato pecualiar: la duración del acto, que apenas llegó a media hora, cuando tan habituados estamos a las presentaciónes explicativas que se alargan más de lo necesario. Y, para mayor singularidad, si la introducción no pasó de treinta minutos, la autora empleó después mucho más del doble atendiendo a la cola incesante de asistentes con su libro entre manos. Hasta donde alcanzaron mis cómputos, llegó a firmar ciento diez ejemplares, que sin duda aún se incrementaron a continuación.

En fin, «Lucía» ha tenido un bautizo multitudinario y festivo. Debe de ser cierto que las mujeres leemos más que los hombres, a juzgar por la apabullante mayoría femenina del público. Pero María García-Lliberós puede presumir de contar en los dos sexos con incondicionales fans algunos de los cuales, al solicitar su autógrado, se le quedaban contemplando con embeleso.

Por El Corte Inglés, de cuyo cuarenta aniversario a celebrar desde el mes que viene anticipó noticias, Concha Prieto inició el acto con buen tino. Dio paso a Carol París, de Plataforma Editorial, dedicada hasta ahora al ensayo y divulgación y que precisamente se abre a la ficción con la novela de García-Lliberós. Carmen Amoraga, escritora bien conocida y galardonada, resaltó el acierto con que «Lucía» analiza la inevitable evolución de los seres humanos, y terminó con una oportuna cita de Boris Hasterpak: «No me gusta la gente que nunca ha tropezado ni ha caído».

María García-Lliberós, con su habitual claridad expositiva y cristalina dicción, relató el lento proceso creativo de su novela a lo largo de doce años, para concluir en un «adelgazamiento» o depuración de su escritura, aunque la figura de Lucía permaneció intacta, y también los personajes femeninos pertenecientes a una generación que cuestionó usos y costumbres de las anteriores. Trata temas polémicos «que podrán generar discrepancias: maternidad, muerte, fidelidad y lealtad, celos desprestigiados, desengaño, madurez, escepticismo. Las relaciones humanas en distancias cortas y la familia, escenario eterno, que se sobrepone a las desavenencias». Calificó a su libro de «novela realista», que son —dijo— «las que tratan de contarnos el mundo que nos rodea. Y de este modo, conocernos y aceptarnos.

La autora se arriesgó a afirmar: «Cuando cojan la novela, la van a leer de un tirón». Hay que confesar que su predicción se cumple por entero: «Lucía» se lee sin descanso y con gusto.