Los nazis planearon una campaña de envenenamientos y sabotajes contra los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial para causar situaciones de pánico y posibilitar la llegada de un Cuarto Reich, según documentos hasta ahora secretos del MI5 británico.

Agentes alemanes estaban equipados con píldoras tóxicas, con aspecto de aspirinas, y mecheros que, al encenderse, desprendían gases letales y las espías de ese país llevaban armas microbianas ocultas en los espejos de sus bolsos para utilizarlas contra los oficiales aliados. Los nazis también planeaban colocar a sus agentes en todo el mundo para, pasado algún tiempo, utilizarlos en una campaña global destinada a crear el pánico en las poblaciones de los países aliados, señalan esos documentos, que han visto la luz pública por primera vez.

Los documentos del MI5 ahora publicados indican lo ingenioso de los artefactos y venenos desarrollados por científicos alemanes y encontrados en agentes de ese país detenidos en el norte de Francia en marzo de 1945 después de que se lanzaran en paracaídas.

Entre ellos había cigarrillos que daban dolores de cabeza al fumador, algo que aprovecharía el agente para ofrecer una aspirina que era en realidad un veneno que acabaría con la vida de aquél en cuestión de minutos. También llevaban polvos impregnados de un veneno con los que espolvorear manijas de puertas, libros, mesas y otras superficies. Había asimismo una píldora que se depositaba en un cenicero y que, en contacto con el fuego de un cigarrillo, desprendía un vapor que podía acabar con las personas que se encontraban cerca.

Ese tipo de métodos no se limitaron a los nazis sino que un documento alemán confiscado en 1944 indicaba que la resistencia polaca había intentado envenenar a civiles y militares germanos con latas de crema Nivea que contenían una pasta impregnada de gas mostaza.