Mahler: Sinfonía nº 5

Palau de la Música (valencia)

Orquestra de València. Director: Hartmut Haenchen.

La del trompeta solista en el mismo arranque no fue más la primera de las muchas pifias que se oyeron en esta versión de la Quinta de Mahler. El enfoque global no puede calificarse sino de mecánico, y la máquina, esta vez, venía mal engrasada.

Por enfermedad del anunciado Pinchas Steinberg, le sustituyó Hartmut Haenchen (Dresde, 1943). Decididamente no fue un buen debut en el Palau.

El mismo fenómeno aproximadamente se repitió a menudo y no sólo en el primer movimiento, pero en el nº 12 de éste alcanzó tal vez su máxima expresión: ni fue grave (schwer) ni muchísimo menos melancólico, y el mínimo rubato excepcionalmente aplicado a las anacrusas no sirvió más que para perder pie rítmico; además, las tímbricas rayaron en la fealdad, y los acentos no fueron concebidos ni entonados con unanimidad. A la conclusión le ocurrió lo peor que le podía ocurrir: se presentó de improviso, síntoma de la inconsecuencia estructural de la interpretación.

En el segundo movimiento se hizo más ominosa si cabe la falta de sensibilidad para los clímax y anticlímax. Con un símil automovilístico diríamos que los abundantes cambios de marcha se realizaban con un manejo arbitrario del embrague, así paradigmáticamente en la séptima sección del desarrollo o sección central (nº 15). Antes, en la exposición del segundo grupo temático (nº 5), los incisos de las maderas habían sonado francamente a cacareos.

Aunque ni un solo compás del Adagietto dejó de sonar previsible y en el final siguieron menudeando los desajustes, sin duda los tres últimos movimientos remontaron en algo el vuelo. Muy curioso y significativo resultó aquel tramo del segundo Scherzo y el Trío subsiguiente en el que se superponen diferentes intervenciones individuales: apenas cupo nada que reprochar a los solistas (con María Rubio a la trompa como figura destacada no sólo ahí); sí y mucho al resultado conjunto, es decir, al director.

Como en otras ocasiones similares, no sería honesto callar que las opiniones recién expuestas no las compartió sino todo lo contrario la inmensa mayoría del público que llenaba la sala.