Acabó la feria, pero estamos ante el Día del Libro, que, gracias a la iniciativa de Vicente Clavel, a quien conocí personalmente, se celebra desde hace ochenta y cinco años. Celebración amistosa ha originado el nuevo libro de Paco Sanz, que se desdobla eficientemente en sus facetas de escritor y de editor de la revista Notas de Sociedad. Si, como suele decirse, la primera condición de una novela es que no aburra al lector, La casona cumple sobradamente el requisito. Tras un inicio impactante, el habitual estilo de Sanz, directo, ágil, desarrolla con habilidad un argumento que baraja intriga, trama amorosa y ambientes diversos sin que en ningún momento descienda la intensidad del relato. Paco Sanz, que goza de grandes simpatías, se vio rodeado en la presentación de su libro por todo el gran mundo que tan bien refleja en las páginas de su leidísima revista.

«El vivir para mañana ya es cosa del ayer», ha escrito Jordi Soler. Curiosamente, el pintor Jarr utiliza materiales de otras épocas para configurar su visión del presente. Y con ellos compone un panorama palpitante, heterogéneo, contradictorio, expresivo de nuestro tiempo, que en sus obras late con fuerza inusitada, proporcionando un espejo abigarrado al que asomarse atrae a la vez que inquieta. Su deslumbrante exposición, que inauguró anteayer en la sala del ayuntamiento la concejala de Cultura, Mayren Beneyto —elegantísima—, ofrece paso a paso, de acuerdo con su título, la interesante trayectoria de Juan Antonio Rodríguez, cuyo seudónimo Jarr está ya asentado en la esfera del arte actual. ¿Barroquismo, pop, objetualismo...? Más allá de las etiquetas, el lenguaje estético del joven autor, firme y cuajado, se diría un reloj implacable que marca la fugacidad de las horas, el peso del recuerdo y también las angustias y las tendencias autodestructivas del ser humano.

Buena parte de ese gran mundo que acompañó a Paco Sanz, con el propio Sanz, acudió al concurrido vernissage. Figuras de la vida social como Amparo Ortuño, María Ángeles Fayos, Amparo Lacomba y su hija Alicia, los hermanos Murgui, Pepa Navarrete y su hija Macarena, Merxe Banyuls. De la moda: Begoña de Sobrecueva y su hija Marta, Alfredo Esteve, Amado, Antonio Rodríguez. Del mundo del arte: Javier Calvo, Vicente Colom, José Garnería, Montse Climent. Y muchísimos más.

Rafa Gassent, personaje sui generis de nuestro ambiente cultural, cuenta que, siendo un chiquillo, contemplaba los grandes carteles que anunciaban La túnica sagrada o El último cuplé en el cine Lys, y pensaba: «Algún día yo también estaré ahí.» El anhelo infantil se cumplió con el estreno, en la reciente Mostra, de su película Sin el diablo Montparnasse, que el lunes se volvió a proyectar en la SGAE.

Distinto y distante del que ahora se hace, el cine de Rafa Gassent es un cine intelectualizado, hijo del bagaje cultural tanto como de un impulso apasionado. Su filme nos traslada al mítico París de entreguerras por el que se mueven individualidades poderosas que cruzan diálogos brillantes y actitudes retadoras. La recreada génesis de Le pauvre matelot, de Jean Cocteau, hace aparecer en la pantalla, además del escritor francés (y admirablemente encarnados por actores valencianos), un desfile de celebridades en el que alternan Raymond Radiguet, Tristan Tzara, Modigliani, Picasso, Ivette Gilbert, Isadora Duncan, Chanel, Mistinguett, la Bella Otero y, desde luego, Alice Prin, famosa en su apelativo de Kiki de Montparnasse, retratada por Man Ray y por el escultor Pablo Gargallo, glosada por Ernest Hemingway. La última breve aparición del inolvidable Joan Monleón es otro de los atractivos de esta película insólita, tan característica del talento de Rafa Gassent, singular francotirador de nuestra cultura.