Siempre ha sido Tonuca un nombre en la vanguardia de la moda valenciana. Y siempre ha enfocado la moda desde un punto de vista interdisciplinar, conjugándola con otras facetas artísticas. Su aparición fuera de los desfiles de Valencia Fashion Week, como ella se ha cuidado de explicar, no significa un alejamiento del que califica como «el segundo certamen de moda más importante del país» (y el que le ayudó a surgir y afianzarse), sino la búsqueda de un espacio apropiado para sus objetivos en esta ocasión.

Dicho lo cual, prefiero prescindir de las abundantes disquisiciones poético-filosóficas que en el dossier de introducción exponen una prolija declaración de intenciones. Vayamos a lo esencial. Que comenzó con interesantes interpretaciones que exploran los caminos de la música actual, combinando pianos y claves, bases electrónicas y efectos sonoros, a los que se agrega la imagen femenina entrevista y ondulante, dando a la voz matices de ensoñación lejana. Panoramas visuales de horizontes fantásticos y sonidos magnéticos contribuyeron a crear un clima de distendido bienestar, en el que tan buen papel jugaron los artistas Béatrice Tráver, Lydia Navas y David Ortolá.

Con el ambiente propicio, la corta pasarela ante el escenario sirvió para mostrar el último trabajo de Tonuca: una especie de falso minimalismo que esconde sutiles itinerarios de corte y assemblage, desembocando en una de las colecciones más puramente femeninas que ha diseñado la autora valenciana. Basándose tan sólo en dos suaves colores, un beige arena y un rosa palidísimo, ha construido siluetas rectas sobre las cuales se cruzan o escalonan piezas geométricas que no son ornamentos sino responsables de la forma final. Triángulos, semicírculos, aletas que marcan los hombros, componen pequeños boleros o generan levitas que completan los pantalones ceñidos, a veces drapeados estrechamente, a veces surcados por anchas lorzas. En todo momento es patente la contención, sin excluir un detalle que equilibra la estructura con menudos ojetes y claveteados metálicos.

El capítulo de vestir abre paso a deliciosas blusas de seda conjuntadas con shorts de raso y a un grupo seductor de modelos de organza en el que destaca la serie de minivestidos que, en variaciones muy de Tonuca, convierten a modosos camiseros en piezas de joyería textil.

El epílogo corrió a cargo del artista argentino Jorge López, autor de seis originales vestidos realizados íntegramente en papel con armónica precisión, como para demostrar que la maestría vence a la materia. Y con la sorpresa de su voluntario rasgado posterior.

Los aplausos finales, calurosos, reconocieron también la labor de las modelos de la agencia Carmen Durán, maquilladas por la gran Kuki Jiménez y peinadas por Merche Ramírez. El desfile contó como eficaz regidora con Amalia Riestra y se coronó entre copas de Bodegas Murviedro y obsequios de la acreditada firma de cosmética farmacéutica Kiehl´s, que respaldaron el acto.