­La moda infantil hace tiempo que dejó de ser pequeña. La pasarela de FIMI —que en su 74 edición coincidía con su principal competidora, Pitti de Bimbo de Florencia— desplegó un imaginario de castillos de cuento, peluches y rayuelas.

La temporada otoño-invierno 2012-2013 pone el retrovisor y mira a los setenta: pichis, gafas redondas, chalecos, bandoleras, flecos, estampados... De lo que no cabe duda es de que será una moda calentita: gorros y bufandas de punto, borlas, botas y katiuskas, prendas de pelo, orejeras, piel vuelta, leotardos, capas y capelinas y anoraks acolchados.

Vuelven los jerseys de ochos de toda la vida y los más mayorcitos se atreven a imitar las saharianas de ante y flecos y las minifaldas de piel de reptil. En la paleta, mucho gris, a veces plata, a veces combinado con rosa o salpicado de verdes vivos, azul navy, crudos y tierras y grandes flores de invierno.

Para momentos más «coquetos» lazos, volantes, puntillas, tules, fruncidos, piezas de punto grueso, jacquards y cuadros y rayas. Aires british en tartán, tejidos invernales y capas dignos de Balmoral.

La moda infantil viaja desde los espacios salvajes con anoraks, forros de pelo largo, estampados con detalles de tigres y osos salvajes a los aliens y las naves espaciales. Sobre la pasarela, las firmas Lea Lelo&Susana Mazzarino, Cóndor, Bambalina, Bóboli, Oh Soleil!, Lourdes, Girandola, Tumble Dry, Paglie, Elisa Menuts, Pan con Chocolate, Larrana y Oca-Loca y Tuc Tuc con un desfile individual.

La exportación salva la temporada

En cuanto a las cifras de la feria, más «recogidita» por los inexorables azotes de la crisis, 5.100 m2 de superficie, 202 expositores, 298 marcas representadas, 3.000 visitantes profesionales y 20 países participantes. Y eso sí, un soplo de aire internacional gracias a la presencia del grupo francés Children Worldwide Fashion en el espacio See Me, con las colecciones de Chloé y Marc Jacobs, además de una colaboración con Chile.

Por último, un dato que arroja un poco de luz en el oscuro panorama económico: la facturación de las empresas españolas de productos para la infancia —moda y puericultura—creció un 15 % en exportaciones en 2011 y salvó el tipo en las ventas nacionales, unas cifras que se espera mantener este ejercicio a pesar de la crisis. «Las empresas españolas del sector están sufriendo las consecuencias de la caída del consumo y la dificultad de acceso a la financiación, pero se mantienen gracias a los esfuerzos en exportación», apunto la directora de ASEPRI, Dolores Segura.

«A través de las niñas llegué a las madres»

Es una de las reinas indiscutibles del mundo infantil. Agatha Ruiz de la Prada ha diseñado para FIMI, a la que siempre ha permanecido unida, la imagen de la edición 75 (Happy FIMI, Happy Fashion), que se alcanzará en julio. Agatha explicó ayer en Feria Valencia lo mucho que le debe a la ropa de niños: «Empecé como una forma de castigo cara a la pared, pero Cossima —su hija— era pequeña y pensé que me vendría bien para vestirla a ella. Y ocurrió que muchas mujeres querían pero no se atrevían a llevar mi moda, pero sí la compraban para sus hijas, sobrinas y nietas. Y así, a través de las niñas, llegué al corazón de las mayores». La prolífica De la Prada, que fue presentada por el sociólogo y experto en moda Pedro Mansilla, recordó que su abuela era valenciana tras descubrir el logo que ha creado para la feria valenciana. La diseñadora apuntó que parte del éxito de sus coloristas diseños infantiles es que «a los niños, cuando les regalan ropa, se llevan una decepción porque lo que quieren son juguetes; pero mis diseños, sobre todo al principio y quiero recuperarlo, eran mitad ropa, mitad juguete y así se sentían menos defraudados».

De capas-refugio a telas que huelen a lavanda

¿Una mochila con alas? ¿un vestido que huele a lavanda? ¿un pijama que cambia de color si el niño tiene fiebre? ¿una capa-refugio? En el mundo de la moda infantil todo es posible. Solo hace falta sumar I+D+i a imaginación. FIMI este año incorpora un nuevo espacio, «Nuditos» —guiño al Salón Nude de Habitat— de la mano de estudiantes, escuelas y profesionales de diseño, con participación de la Escuela Superior de Diseño, el instituto Aitex y la Universidad Politécnica.

Entre las propuestas, prendas realizadas a base de retales, ropa de segunda mano reciclada (Blanca Cabrera), tejidos ecológicos 100% o tecnológicos 100% y vestidos trabajados con la técnica del origami (la papiroflexia japonesa de Lucile Balanzá). Tejidos que, si los frotas, desprenden un agradable aroma o cambian de color en función de la temperatura corporal, permitiendo así detectar si el bebé tiene unas décimas y toallas que segregan crema hidratante son ejemplos del trabajo de laboratorio llevado al día a día. Desde la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Diseño de la Politécnica nacen ideas tan originales como «Xira», la capa-refugio (junto a estas líneas, obra de Julen Pejenaute y Carlos Calle). Un chubasquero con una estructura hinchable parcialmente llena que permite convertirlo en una pequeña tienda de campaña y una mochila «Klank» con alas (para jugar a las hadas) e iluminada con leds.

O botones de silicona. O pinzas de tender la ropa de madera que se convierten en botones.

Y es que los padres demandan productos que tengan en cuenta las necesidades de los niños sin renunciar a la estética, la facilidad de uso y la versatilidad, según confirman los primeros resultados del proyecto europeo Design4children que la Asociación Española de Productos para la Infancia (ASEPRI) y el Instituto de Biomecánica (IBV) presentaron ayer.