Curiosamente, Valencia Fashion Week ha transcurrido casi a la par que los carnavales. ¿Hay otros puntos de unión más allá de esa coincidencia de fechas? Aunque Roberto Verino haya dicho: "Lo importante es sentirse guapos sin sentirse disfrazados", la verdad es que la moda tiene no poco de disfraz: sirve para dar forma externa al personaje que se pretende ser o, por el contrario, ayuda a proyectar la imagen de lo que somos en realidad, esa imagen que los demás no siempre captan. (Y conste que "disfrazarse" de uno mismo no es tan fácil.) Además, en la moda intentamos acomodarnos a su transformación constante, persiguiendo la propia. No desaparece la tentación del disfraz.

En la edición de la VFW concluida ayer se ha señalado la ausencia o escasez de firmas de peso. No obstante, al abrirse a mayor número de nombres nuevos, es una buena ocasión de medir fuerzas y probar dotes para una cantera de la que es razonable esperar que surjan las estrellas de mañana. La amplitud de los "Desfiles Off", las exhibiciones de Culture Place, son aperturas de una pasarela que busca mayor espacio como, por su parte, lo buscan hoy tantos diseñadores en actividades creativas fuera de los límites habituales. Hasta Karl Lagerfeld se convierte en editor -y repartidor- del diario gratuito "Metro" en París. Hay moda fuera de la moda, y es un combustible potente.

Los noveles arriesgan, poniendo en el empeño caudales de entusiasmo, trabajo esforzado y, a menudo, sacrificios personales. A su vez corren un gran peligro: el afán de ser más originales y modernos que nadie. Si se convierte en idea fija, es precisamente la que puede ahogar el mínimo atisbo de auténtica modernidad, de originalidad no impostada. No estaría de más aplicar el mismo consejo que Juan Carlos Onetti daba a los escritores: "No busquen ser originales. Ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa por serlo".

Por otro lado, son lógicas las apropiaciones del pasado, el inagotable cofre prodigioso del que se pueden seguir extrayendo tesoros. Alguien no relacionado profesionalmente con la moda como Aki Kaurismäki (el director de la cautivadora película "El Havre") ha revelado: "Los años 70 ya empiezan a parecerme elegantes. Por suerte siempre hay un ayer". Y, por suerte, siempre habrá un mañana. La moda es un ciempiés con cada una de sus patitas ensayando direcciones distintas, lo cual debería dar lugar a la inmovilidad absoluta. Pero no es así; la moda no está quieta. La impasibilidad no es lo suyo. Ni tampoco la persistencia. Posiblemente su mayor atractivo radica en su carácter efímero. Por mucho que algunos aciertos rotundos, algunas colecciones magistrales nos admiren y exalten, también pasarán. Por mucho que a veces se recurra atinadamente a inspiraciones bien escogidas en el pasado, otras las sustituirán. Fugacidad es el credo de la moda, su signo, su razón de ser.

Otorguemos confianza a quienes se han lanzado a una aventura tan incitante... y tan problemática. En el resultado, favorable o adverso, es el público quien tiene la última palabra. Porque, desde que existe, la moda viene sometiéndose, más allá de comentaristas y expertos, a la decisión de un jurado realmente popular.