En el verano de 1962 el entonces el profesor de Teología Fundamental en la Universidad de Bonn Joseph Ratzinger -hoy papa Benedicto XVI- se convirtió además en teólogo del arzobispo de Colonia Joseph Frings, miembro de la Comisión preparatoria central del Concilio Vaticano II.

Las tesis elaboradas por Ratzinger, por boca de Frings, dejaban ver cómo el documento conciliar tan sólo convenció al hoy pontífice en únicamente dos de sus siete esquemas preparatorios.

Benedicto XVI tuvo acceso gracias al encargo del arzobispo de Colonia a a los esquemas de los textos que ya habían trabajado las comisiones preparatorias y que habrían sido discutidos y aprobados en el Concilio.

De los siete apartados, Ratzinger tan sólo aceptó sin objeción dos de ellos: la renovación litúrgica y la unidad de las Iglesias orientales. Sólo esos dos textos "corresponden muy bien al objetivo del Concilio establecido por el Romano Pontífice".

Los cinco restantes resultaron "demasiado escolásticos" para el entonces professor de la Universidad de Bonn, algunos incluso debían recibir cambios sustanciales en su estructura y en su contenido, según la opinión del hoy cabeza de la Iglesia católica.

Entre otros textos, los dedicados a la virginidad, familia y matrimonio, fueron expuestos por Benedicto XVI con argumentos de oportunidad pastoral. Sobre ellos, Ratzinger aseguró que "abruman al lector con la abundancia de palabras". Además, indicó que "deberían dar respuestas a las cuestiones más urgentes y deberían hacerlo, en la medida de lo posible, sin juzgar ni condenar, sino usando un lenguaje maternal, con una amplia presentación de las riquezas de la fe cristiana y de sus consuelos".