La primera jornada de la XV edición de Valencia Fashion Week (primera del permanente año cero en que vive instalada la pasarela valenciana) arrancó ayer. Con la vuelta a la grandilocuente Ágora regresaron también a la hora de la foto los políticos (el conseller Máximo Buch, la alcaldesa Rita Barberá o la delegada del Gobierno Paula Sánchez de León). Aunque en realidad las instituciones aportan 175.000 de los 400.000 euros en que ha quedado reducido el presupuesto (el resto lo ponen los patrocinadores).

La moda, y el armazón que la sutenta, ha dejado, como todo, de ser sólida. Es una moda líquida. Forzada por las circunstancias y convencida la organización de que en el mundo de la moda el que desaparece una temporada se vuelve invisible, VFW „que no se resigna a apartarse de la carrera de pasarelas regionales iniciada en años de vacas gordas„ ha decidido «venderse» ahora como lanzadera para jóvenes creadores. Y jóvenes sí (algunos ni eso, dada su veteranía) pero „excepto Visori FashionArt desde el exceso „ «descaradamente jóvenes» (lema elegido) por ahora no. Se esperaba más en la zona D (de descaro). Leyre Valiente, por ejemplo, llegaba con unas prácticas en McQueen y una filosofía de colección inquietante. Pero la denuncia de un mundo tóxico y las mujeres anfibias que anunciaba se quedaron en conjuntos verdiazules con cortes que simulaban branquias. Lejos de las series de televisión retro de ciencia ficción o del cine de serie Z, cuando los efectos especiales eran artesanales. Visori (Javier Soria) „la única concesión del día, y es posible que de toda la pasarela al hombre„ jugó la baza, que a unos estimula y a otros espeluzna, de la provocación y la transgresión. Sin orillar la estética de la violencia, samurais, armas de fuego simuladas, máscaras de kendo, grandes volúmenes de organzas arrugadas. Zapatos japo, detalles manga. Kimonos. Del gris, blanco y negro al colorido. Leggings transparentes y prendas delicadas en degradado, en contraste. Asia a la conquista del mundo. Antonio Posadas, inspirado en el mundo del circo visto por Picasso o Chagall, presentó una colección femenina en rojo, azul cielo, verde, amarillo o morado y lentejuelas. Faldas corola, de capa, cortes al biés, faldas lápiz, capelinas, New Look.

Ya en el apartado «grande», Alejandro Resta (Valencia, 1985) anunciaba que moda es un nombre de mujer (Sofía, en su caso). Talles altos, hot pants, escortes vertiginosos, mangas murciélago volátiles frente a pantalones ultrapitillo y, lo mejor, la paleta de color: azul klein, blanco, metalizados y un intenso amarillo. Accesorios XXL de la mano de un artista gaditan, José María Merino.

La moda baño de la cordobesa Juana Martín va de sirocos, oasis y desiertos. En realidad, sus bañadores son más para la piscina de un resort de lujo que para aventuras por las dunas. En lo que se puede ver de tendencia en baño (que no es demasiado) los biquinis de triángulo parecen imponerse y las modelos lucen escotadas las nalgas. Arena (también naranja), nude segunda piel. Prendas fuera agua en tejidos naturales.

Isla de Sicilia. Años sesenta. Lambrettas, Vespas, Bultacos. Bustos generosos contenidos en ceñidos bustiers, encaje negro, estampados de flores, faldas entubadas de talle alto, pañuelos en el pelo, rosarios, velos. ¿Les suena? Sí, lo hemos visto en Dolce&Gabanna. Virtudes Langa (en solitario, sin Gabriel Seguí) no renuncia a su especialidad, una napa que trabaja como cualquier otro tejido más liviano. Verde y rosa además del negro de la madonna siciliana. Ya saben, Sofía Loren o Ana Magnani, o Mónica Belucci e incluso Scarlett Johansson rememorando a las primeras, para los más jóvenes. Junto a las motos, chicos de marcadas abdominales como atrezzo. Impagable.

Noches de blanco satén con Lucía Botella (para Pepe Botella). Novias (sello de la casa) como vestidos de fiesta. En blanco y negro. Juego de opuestos. Encajes, cristales salpicados, cinturas de avispa con faldas capeadas o cascadas de tul. Vestales con túnicas griegas, camisas masculinas con faldas princesa brocadas. Volantitos, efecto plumas y pañuelos... Costura, en definitiva. Y un guiño: las maniquíes se despojan de sus galas y se enfundan unos vaqueros para exhibir una serie de corsés, esa prenda que un día apresó a la mujer, de la que la liberaron Poiret o Chanel y a la que ahora quiere, libremente, volver.

Encarnis Tomero (Eugenia e Isabel) volvió a la calle, a lo fácil de llevar. Algodón y punto, camisetas y faldas cortas, vestidos cómodos. Rojos, verdes y azules en una misma prenda, con ribetes, cinchas, tiras superpuestas, dibujo de geometrías. Pachtwork de cuadros. Abrigos de estío. Rayas. Texturas brillantes y espardenyes «puestas en valor», según expresión de nuevo cuño.