Una pasarela es, por naturaleza, un escaparate. Un lugar al que se va a mirar, pero también a ser mirado. Es el paraíso de la exhibición. Las modelos corren desnudas, errores y aciertos quedan bajo los focos, las ventanas indiscretas que el Gran Hermano ha instalado en todo el Ágora no dejan nada a la imaginación. Y esa impudicia hay que aprovecharla.

Todo vale, todo es posible. A la moda nada le es ajeno. La saga de las Fitera en cabeza, una con lo ultimísmo de los Siemprevivas en primicia más sombrero pagoda amarillo limón, otra con turbante y la tercera con uno de los collares babero que ella misma diseña. Adorables. Detrás de ellas, una cohorte de modernos. En primera fila, una mascota-globo de helio. Con su correa de paseo y su horda de paparazzi inmortalizando el momento. Se ve que es lo último en los Iu-Es-Ei. Sobre las cabezas se ve de todo: diademas florales como las que Lana del Rey le copia a Frida Khalo e incluso tachuelas. Chisteras siguiendo el ejemplo de la boda de Fran Rivera, por ahora no, pero todo se andará.