A principios de mes la imagen de papa Francisco abrazando emotivamente en la plaza de SanPedro del Vaticano a un hombre lleno de tumores dio la vuelta al mundo. El enfermo es Vinicio Riva, un italiano de 53 años que sufre una extraña dolencia genética desde los 15. Pero aquella mañana, en el regazo del papa, Vinicio, que habitualmente sufre rechazo por su aspecto, se sintió «en el paraíso». Así lo confesó el pasado día 15 a la revista italiana Panorama.

Riva, un hombre tímido según la publicación, acertó a expresar sus sentimientos: «Sus manos eran tan suaves. Y su sonrisa era tan clara y abierta. Pero lo que más me sorprendió es que no ha dudó si abrazarme o no. No soy contagioso, pero él no lo sabía. Igual lo hizo: él me acarició por toda la cara, y mientras lo hacía yo sentía sólo amor».

«En primer lugar me besó la mano mientras con la otra me acarició la cabeza y las heridas. Luego me atrajo hacia él en un fuerte abrazo y besó mi cara. Mi cabeza estaba contra su pecho, sus brazos me envolvían. Duró poco más de un minuto, pero a mí me pareció una eternidad», rememoró para la revista italiana. Riva, que también ha concedido entrevistas a otros medios, se desplazó aquel día a Roma con su tía Caterina y su hermana Morena, que también sufre la enfermedad aunque en menor grado. Tras su momento con Francisco se giró y le dijo a su tía: «Aquí dejo mi dolor».

Vinicio Riva vive con su hermana en una casa a las afueras de Vicenza con una pensión de 500 euros que reciben por discapacidad más los 150 que cada uno recibe por trabajar como voluntario en una residencia de ancianos. Lee novelas románticas y envía flores a las enfermeras que le cuidan. Nunca ha tenido novia. Sabe lo que es que le giren la cara y se aparten al paso del «hombre elefante». «Las mujeres son más crueles», apunta.