Ser el confesor de la «reina de corazones» es algo por lo que estarían dispuestos a pagar lo que fuera muchos periodistas en España. Pero Isabel Preysler, mujer de profunda fe según quienes la conocen, ha decidido que el depositario de sus tribulaciones sea el Padre Ángel García Rodríguez (1937). Al menos, según el periodista Juan Luis Galiacho, quien en su libro Isabel y Miguel. 50 años de historia de España atribuye al sacerdote asturiano el papel de confesor y guía espiritual de la guapa y famosa filipina.

El Padre Ángel, por motivos evidentes, prefiere no abundar en esta cuestión, pero admite que hay una gran amistad. De sobra conocido es que el fundador de Mensajeros de la Paz -una ONG volcada en la atención a niños abandonados, mujeres maltratadas, discapacitados físicos y psíquicos y personas mayores solas- está muy unido a Isabel Preysler y familia.

«Soy amigo de ella y de muchos más...», señala el sacerdote, que fue el encargado de casar en 2012 a uno de los hijos de ésta con Julio Iglesias, Julio José, con la belga Charisse Verhaert.

«Me llamó para ello la propia Isabel», explica el Padre Ángel, cuya amistad con Preysler se remonta a los años de su matrimonio con Julio Iglesias: «A él le conozco desde antes de su boda. Incluso desde antes de que Julio fuera tan conocido como cantante, en su época de jugador del Real Madrid». El sacerdote recuerda con cariño el gesto del artista, «hará más de cuarenta años», cuando acudió a una gala en favor de Mensajeros de la Paz. Con el paso del tiempo parece que Isabel Preysler ha encontrado en el Padre Ángel un amigo y un confesor.

De hecho, fue uno de los primeros que acudieron a la clínica a apoyarla en la madrugada del 28 de febrero, horas después de que su esposo, Miguel Boyer, sufriera un ictus en su casa de Puerta de Hierro, de cuyas secuelas aún se recupera hoy en día. En calidad de confesor y guía espiritual, según Juan Luis Galiacho, el sacerdote -que sí recuerda la visita a la Clínica Ruber Internacional- trató de consolar a la mujer, que estaba acompañada de sus hijas Tamara y Ana.

Desconsuelo

Una conversación que se reproduce incluso de forma textual en el libro con el ánimo de describir el desconsuelo y miedo que en esos momentos -con Boyer aún en el quirófano y apenas noticias sobre su estado- invadía a Isabel Preysler. «Los amigos están para apoyarse», resume el sacerdote asturiano, a quien también muchos atribuyen el acercamiento a la fe, la asistencia continua a misa y la implicación en labores humanitarias de Tamara, la hija que Isabel Preysler tuvo con el marqués de Griñón, Carlos Falcó.

En esa larga noche de hace más de dos años en la Clínica Ruber, Isabel Preysler tuvo a su lado a otra persona que contribuyó a calmarla y sosegarla: el neurocirujano Pedro Mata, encargado de operar al economista y exministro socialista.

El doctor era hijo del famoso y querido neurocirujano Pedro Ramón Mata González, fallecido en Asturias en 2006. Mata fue jefe de neurocirugía del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, así como de las clínicas Centrum y Ruber. Clínica ésta última en la que la Preysler vivió horas muy amargas que se hicieron más llevaderas con la asistencia del padre Ángel.

De esta manera, la senda hacia la religiosidad que abrió su hija Tamara es ahora heredada por la madre y quien sabe si los vástagos y demás familia seguirán por el camino del Señor.