Paula se derrumba cuando nadie la ve, sentada en el salón de su casa sobre la que pesa una orden de desahucio. A su lado, desmayada sobre la silla, el objetivo ha congelado la sudadera de la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca, su lucha personal y colectiva. Paula, madre, clase media, negocio familiar, jamás imaginó que un día perdería su hogar. En agosto de 2012 dejó de pagar la hipoteca. El objetivo la muestra en una concentración antidesahucios, cocinando pasta, con uno de sus hijos y firmando la dación en pago de su vivienda. Una historia, un año de vida, una mujer delante de la cámara, otra mujer tras el visor. Un pedazo de vida en seis instantáneas.

Paula es una de las once mujeres de Diverses, la exposición que „48 horas después del Día Internacional de la Mujer y con dos nuevas víctimas de la violencia machista en la Comunitat Valenciana„ se inauguró ayer por la tarde en el claustro de la antigua Universitat de València, la Nau. La otra mitad de Paula en esta aventura es Marga Ferrer, fotoperiodista de Levante-EMV. Marga pasó un año, casi 24 horas al día, conviviendo con Paula, siguiéndola en su día a día.

Provi Morillas, también reportera gráfica de Levante-EMV, eligió a Paca, ama de casa, seis hijos, diez nietos y un día a día de coladas, fogones y plancha, «un trabajo imprescindible, cíclico». A ratos, un momento para echarse y estirar las piernas. Las piernas, en primer plano. Maleni, retratada por Eva Máñez, es gitana y estudia Fisioterapia. Va a la universidad, hace prácticas en un hospital, ayuda a sus padres a vender en el mercado, baila con su familia. Maleni es gitana.

En las fotos de Eva Ripoll, Elvira mira fijo al objetivo mientras estira su cuerpo con ayuda del fisio, se sienta a los pies de una monstruosa escalera de caracol o cierra los ojos al sol. Elvira padece osteogénesis imperfecta (huesos de cristal). Fide es coqueta, muy coqueta. Por eso Almudena Torres la muestra siempre maquillándose. La enfermedad rara, y cruel, no la ha hecho renunciar al espejo. Ni a la esperanza. A la cámara le pide una sola cosa: visibilidad. Fide es la presidenta de ADIBI.

Esther es, dice la fotógrafa Emma Ferrer, un toque de color en un mundo un blanco y negro. Lleva el pelo rojo como el fuego, pearcings y tatuajes, y un violín al hombro. Es solista en la Orquestra de València, una solista un poco punk. La rebelde se vio cara a cara con el dolor: una distonía focal le separó dos años del instrumento. Pero volvió a tocar. Maider y Begoña son mujeres en mundos «de hombres». Maider, capitana del equipo femenino del Levante UD, defensa central, le ganó la partida a una grave lesión de rodilla. Ahora mira al objetivo de Amparo Simó al saltar al campo. A Begoña, camionera, Consuelo Chambó la ha imortalizado al volante y en la soledad de la carretera. Rosa y Aïssatou nacieron en lugares distantes del planeta (Aïssa llegó en 2000 desde Senegal) y con culturas diferentes (Aïssa es musulmana) pero las dos trabajan el campo. Rosa tuvo que hacerse cargo cuando su marido falleció repetinamente, hace dos años. Tiene tres hijos que sacar adelante y una migraña lacerante, pero sonríe mientras muestra a Irene Marsilla sus verduras y ha abierto una tienda de productos ecológicos. Mónica Torres ha captado el colorido de los vestidos y los velos de Aïssatou. Elena es odontóloga. Dedica sus vacaciones a la salud dental de los más necesitados en Nicaragua, Honduras o Madagascar, de la mano de Cruz Roja y la ONG Dentistas sin Fronteras. Sus fotos son de Raquel Abulaila.

Todas, las once, tienen en común una vida, una lucha, diversa, alejada de los estereotipos. Una determinada mirada al mundo. Y las once fotoperiodistas las han mirado mirar. Diverses son esas miradas de mujer.