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Entrevista | Roberto Colom

"Podemos mejorar las prestaciones del cerebro hasta cierto punto"

«A partir de los veinte años se estabiliza el desarrollo de la inteligencia y poco después comienza un lento pero inexorable declive»

"Podemos mejorar las prestaciones del cerebro hasta cierto punto"

La mejor manera de estimular nuestra inteligencia es encontrar una pareja inteligente con la que pasar el resto de nuestra vida y rodearse de amistades culturalmente activas, aconseja tajante Roberto Colom, catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. En su opinión, la capacidad de incrementar las aptitudes de nuestro cerebro es limitada y por tanto no se pueden esperar milagros ni del entrenamiento ni mucho menos de los libros de autoayuda. Poco después de haber cumplido los veinte años, nuestra inteligencia comienza un lento pero inexorable declive, advierte. Experto en Psicología y Salud y una eminencia en inteligencia general, Colom asegura que si bien las niñas pueden madurar algo antes que los niños no existen diferencias de sexo que merezcan la pena destacar en la evolución de la mente, está convencido de que «quien es capaz en algo lo es en general» y dictamina que los individuos con mayor inteligencia verbal y más responsables tienen también más inteligencia emocional, un concepto muy en boga que no le entusiasma.

Profesor Colom, ¿qué valor poseen los tests estandarizados para evaluar aspectos clave de la inteligencia de los individuos?

Los tests estandarizados son extraordinariamente útiles en la práctica, cuando se usan adecuadamente, porque capturan eficientemente factores clave de la inteligencia que los humanos usamos en situaciones cotidianas. Lo relevante es que las personas deben poner en juego sus capacidades. Los psicólogos hacemos algo similar a lo que hacen los militares: medimos la cantidad de flexiones, en este caso mentales, que es capaz de hacer un individuo en una situación estandarizada porque predice, por ejemplo, cuál será su rendimiento en la escuela, si su desempeño laboral será el esperado, cómo responderá a la psicoterapia, cuál será su adherencia a un tratamiento médico, o si vivirá más o menos tiempo. No existen instrumentos estandarizados de evaluación de otros factores psicológicos que sean capaces de generar predicciones tan precisas y heterogéneas como los que evalúan la inteligencia. El éxito de la evaluación de las capacidades intelectuales no tiene parangón en la historia de la Psicología como ciencia.

Explíqueme, por favor, qué es el «factor g».

Probablemente el factor g representa el fenómeno natural más sólido de la Psicología. Descubrimos ese fenómeno hace más de una centuria observando, por ejemplo, que quienes son altamente competentes en el uso del lenguaje también suelen ser competentes con los números y con las relaciones espaciales. Y al revés. Eso produce una relación que demuestra la presencia de un factor común que es a lo que se denomina «g» (de general).

¿Es entonces inteligente para todo el que es inteligente en alguna cosa o se puede ser inteligente por especialidades?

Eso no significa que a alguien se le puedan dar mejor las palabras que los números o las relaciones espaciales, pero la tendencia es que quien es más capaz lo es en general. Basta consultar cualquier manual de los tests estandarizados de inteligencia más renombrados, por ejemplo, la escala Weschler o el Stanford-Binet, para comprobar la realidad del fenómeno. Quien resuelve mejor problemas de vocabulario, también completa más eficazmente problemas de aritmética, de rompecabezas o de velocidad perceptiva. En la población general, esa es la norma. Otra cosa es que estudiemos poblaciones especiales, como, por ejemplo, ejecutivos de alto nivel o estudiantes de arquitectura. En esas poblaciones especiales, ese factor g reduce su relevancia, por la misma razón por la que la estatura pierde relevancia en la NBA: mientras que en el colegio las diferencias de estatura son cruciales para explicar el rendimiento de los jugadores al encestar, los jugadores varían mucho por su estatura, en la NBA esas diferencias de estatura reducen su importancia porque todos los jugadores son muy altos.

¿Por qué se cuestiona la existencia de una inteligencia general en beneficio de una inteligencia por módulos?

Lo ignoro. Las pruebas sobre la relevancia de la inteligencia general (g) son abrumadoras. Si elegimos una muestra representativa de la población, igual que haría el CIS o Demoscopia, y la sometemos a una serie de pruebas que requieran razonar y resolver problemas de distinta naturaleza, será inevitable observar una relación positiva: quién es más capaz lo es en general, y al revés.

O sea que es difícil que una misma persona tenga por ejemplo una gran inteligencia verbal y una escasa inteligencia no verbal.

En una evaluación diagnóstica, observar una discrepancia inesperada entre, por ejemplo, la inteligencia verbal y no-verbal, es un síntoma que despertará las alertas del evaluador. Pensará que algo no va bien porque espera que si el evaluado posee una altísima inteligencia verbal también poseerá una alta inteligencia no-verbal. Eso es lo que predice el factor g. Usando la comparación deportiva anterior: si una persona posee una elevada fuerza muscular en general, podrá realizar adecuadamente un alto número de variados ejercicios físicos, tanto en un gimnasio como en la vida cotidiana. Las pruebas estandarizadas de inteligencia permiten averiguar cuál es la fuerza mental general del evaluado, y, por tanto, cuál será su rendimiento en situaciones de la vida diaria que requieren usar esa fuerza mental. Pensar en un test estandarizado de inteligencia como las pruebas que hacemos en un gimnasio ayuda a comprender por qué el resultado es altamente informativo para entender lo que sucede en la vida cotidiana.

¿Qué opina de la importancia para nuestras vidas de la inteligencia emocional, tan de moda hoy?

Bastantes miembros de la comunidad científica somos escépticos. El individuo que, según esa moda, es más inteligente emocionalmente lo es porque: a) es más inteligente en un sentido racional (tal y como se mide con un test estandarizado) y b) posee un perfil de personalidad más «cordial» y «responsable». Si el fenómeno se puede entender recurriendo a conceptos «clásicos» ¿para qué se necesita uno «nuevo»?

¿Suele acompañar la responsabilidad a la inteligencia verbal y emocional?

En un proyecto de colaboración con el Beckman Institute (Distributed neural system for emotional intelligence revealed by lesion mapping, Social, Cognitive, and Affective Neuroscience, 2013), pudimos comprobar, estudiando a una numerosa muestra de pacientes con lesiones cerebrales crónicas, que la inteligencia verbal y la inteligencia emocional presentan un elevado solapamiento. Entre las variables de personalidad relacionadas con la inteligencia emocional, el principal solapamiento se produjo con la responsabilidad. Es decir, los individuos con mayor inteligencia verbal y niveles más altos de responsabilidad, presentan también una mejor inteligencia emocional.

En resumen, el concepto de inteligencia emocional puede encajarse dentro de los marcos de referencia usuales en Psicología. La navaja de Ockam nos obliga a los científicos a optar por la explicación más simple del mismo fenómeno ignorando las modas mediáticas.

¿Cómo evoluciona con la edad la inteligencia de los hombres y de las mujeres?

No existen diferencias de sexo en la evolución de la inteligencia durante el ciclo vital que merezca la pena destacar. Durante la primera parte de ese ciclo se produce un aumento generalizado de las capacidades verbales y no-verbales. Aproximadamente a partir de los veinte años de edad se estabiliza el desarrollo, comenzando poco después un lento, pero inexorable declive, de las capacidades no-verbales (también llamadas capacidades para el razonamiento fluido o abstracto). Las capacidades verbales solamente declinan a edades avanzadas.

¿Pero no maduran diferente los niños y las niñas?

Puede ser interesante observar que ese desarrollo es paralelo a la evolución madurativa del cerebro. Ese hecho hace que, en la temprana adolescencia, las chicas vayan algo adelantadas, porque maduran antes que los chicos, en promedio, pero la situación se equilibra poco después.

¿Se adapta el cerebro a sus circunstancias creando nuevas conexiones entre sus neuronas?

Ojalá supiéramos cómo se crean nuevas conexiones, no solo para «adaptarse» a las circunstancias. Nuestro cerebro nos permite adaptarnos flexiblemente a las circunstancias, pero también «seleccionar» algunas y descartas otras, y, finalmente, llegado el caso, «modificar» esas circunstancias. No hay dudas respecto al hecho de que los logros de la humanidad durante su evolución son producto de la inteligencia que es capaz de producir nuestro cerebro. La sociedad actual se interesa por los avances de la ciencia en la comprensión de la inteligencia, porque intuye la enorme relevancia que posee ese factor psicológico en la vida de los ciudadanos.

¿Cómo se producen esas adaptaciones del cerebro?

Sabemos que las conexiones del cerebro cambian, pero carecemos de respuestas sólidas al cómo. El cerebro es un sistema complejo altamente dinámico y existen enormes diferencias individuales. De hecho, no hay dos cerebros iguales. Incluso los cerebros de los gemelos monocigotos son diferentes. Hablamos ahora del conectoma, es decir, el equivalente cerebral del genoma. El universo de conexiones es propio de cada individuo y el proceso a través del que se produce y modifica ese conectoma es, por ahora, desconocido. Mi colega y amigo, Earl B. Hunt, de la Universidad de Washington, confesaba en una excelente obra sobre la inteligencia que publicó hace cuatro años (Human Intelligence) que si conociésemos la naturaleza de cada conexión de los miles de millones de neuronas que posee el cerebro de una persona, y si conociésemos los algoritmos que usa su cerebro para activar y alterar esas conexiones, sabríamos todo lo que hay que saber sobre la inteligencia de esa persona. No puedo estar más de acuerdo.

¿Podemos mejorar las prestaciones de nuestro cerebro mediante una gimnasia mental adecuada?

Solo hasta cierto punto. Hay que ser cauto. Como subrayó Carl Sagan, «las declaraciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias». A día de hoy no sabemos cómo mejorar el factor g, aunque no me cabe duda de que algún día encontraremos las claves, las teclas que se deben pulsar. Pero, mientras tanto, se puede trabajar para mejorar algunas de las capacidades que, claramente, poseen relevancia en nuestras vidas. La educación estándar persigue, precisamente, esa meta. En el colegio se procura enseñar a razonar y a resolver problemas. Pero también se puede mejorar la memoria o la orientación espacial, por ejemplo.

¿Cómo hay que ser de persistente para conseguir mejoras que merezcan la pena?

Es muy importante tomar nota de que no se puede abandonar la práctica porque se volverá al punto inicial. Algo similar a lo que sucede en el deporte. Ningún entrenador sensato y honrado diría que si hace usted abdominales durante seis meses y consigue un envidiable vientre plano, puede olvidarse para el resto de sus días de hacer abdominales. ¿Por qué se espera algo diferente del entrenamiento de las capacidades mentales? No tiene ningún sentido.

¿Cuál es en definitiva la mejor forma de estimular nuestra inteligencia?

James Flynn me comentaba en una ocasión en un encuentro que tuvimos en la Universidad de Virginia, que la mejor manera de estimular nuestra inteligencia es encontrar una pareja inteligente con la que pasar el resto de nuestra vida y rodearse de amistades culturalmente activas. Un gran consejo que atiende a la realidad que señalaba anteriormente: si desea estimular sus capacidades mentales, sea persistente. No lo logrará si busca soluciones fáciles y rápidas.

Usted publicó con Alejandra Vallejo Nájera un libro divulgativo sobre la inteligencia que no tuvo el éxito esperado. ¿Por qué?

Tuvo bastante más éxito que muchos otros libros de divulgación psicológica. De hecho, llegamos hasta la cuarta edición. Quizá la editorial tenía expectativas más elevadas, habida cuenta de que el producto era realmente bueno. Bueno en un sentido literal. Alejandra y yo evitamos la tentación de vender humo para asegurarnos un éxito arrollador. La gente quiere soluciones fáciles a sus problemas y nosotros fuimos muy claros al declarar, reiteradamente, que no hay soluciones de esa clase. Si usted quiere mejorar sus capacidades mentales, primero debe dedicar tiempo a conocer qué son y cómo funcionan. Después, deberá trabajar duro. Y, finalmente, tendrá que seguir trabajando para evitar volver al punto de origen. Pedirle a la gente que trabaje y confesarle abiertamente que no hay soluciones mágicas puede ser decepcionante, pero es la verdad. Y Alejandra y yo optamos por la sinceridad, teniendo en cuenta los conocimientos científicos disponibles.

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