Spanish kabuki puede sonar a experimento de concursante de talent culinario o a clase de sevillanas para turista japonés, pero en manos de Francis Montesinos cuaja en una auténtica fusión Valencia-Tokio. Más difícil todavía. Valencia-Tokio pasando por Los Ángeles. «A flor de piel», la penúltima reinvención del diseñador valenciano con título de ecos almodovarianos y aromas florales, volvió a llenar la pasarela madrileña —en su jornada de arranque, ayer— de espectáculo.

Con un discurso 100 % personal, el modisto amalgama influencias tan dispares como el teatro tradicional japonés y el rock and roll, algo que ya hizo su amigo, el músico Gene Simmons, al fundar el grupo Kiss caracterizado por su maquillaje nipón. Pero también con el typical spanish montesiniano: lunares, volantes, flores, flamenco, flecos. Unión que sintetizaba el cuadro flamenco con bailaora en kimono o los estampados de lunares/flores con guitarra eléctrica a la espalda. Spanish kabuki con alma rockera. Y mediterránea. Una fusión digna de su admirado Diego el cigala.

Primeras salidas consagradas a la comunión de culturas. Guitarra, palmas, caja, cantaora y bailaora. Sentido del showbussiness. Estilismo asiático: moños semirecogidos half bun y maquillajes de gheisa en camisas XXL unisex estampadas combinadas con detalles artesanos rescatados de la antigua costura como nido de abeja. Faldas-pantalón samurai que aparecen en las colecciones del valenciano desde hace décadas y que tanto tienen que ver con el saragüell.

Un perfecto con hombreras cruce entre guerrero japonés y torero y monos con cinturones obi alternan con cuero negro o crudo troquelado, cazadoras con tachuelas, mallas o un mono de redecilla. Transparencias osadas que evocan el destape de los 70, década cuya banda sonora flotaba -también- en el ambiente. Pero también una parte más joven, con irrupción de amarillos, otra más lady (lazadas, blusas, siluetas New Look en oro y negro) y una más «ponible» o comercial. Y a partir de ahí, difuminada la inspiración Valencia-Tokio y en una mezcolanza total, se dio cabida a todos los iconos del creador valenciano: vestidos de encaje, faldas a ras de suelo, baño ella/él, transparencias, lunares, punto, volátiles gasas y cortes al biés.

La sorpresa-homenaje del desfile: dos vestidos de punto segunda piel, sensual y nude uno con el propio Francis estampado y negro y con cadenas pintadas el otro, con el rostro -libre de máscara- de Gene Simmons el otro. El encuentro de dos personalidades. También hubo hueco para volver a hacer un guiño a Matt Lamb, amigo de ambos y con quien ya firmó una colaboración en 2011, a través de los estampados de grandes rosas (abundancia, por cierto, de tocados florales, algo también habitual en el modisto).

Sobre la pasarela, la novia del jugador del Barcelona Dani Alves, Joana Sanz, o su musa, la modelo valenciana Sara de Antonio que se convirtió en una atípica novia en monoshort deshabillé de encaje blanco y aromas -de nuevo- de tauromaquia.

EN MBFWM, además de Montesinos, Roberto Verino y Juan Duyos, Modesto Lomba -también en clave japo, con origami y quimonos- los hermanos Aitor e Iñaki Muñoz (Ailanto), el minimalismo tropical de Ángel Schlesser y la explosión de color de Agatha Ruiz de la Prada, cuya clienta más mediática es Miley Cyrus.

La moda, uno de los sectores más castigados por la crisis, comienza a ver la luz al final del túnel de la pasarela, con nuevos proyectos, cierto repunte en las ventas y un sentido compartido de optimismo.

El líder de Kiss, protagonista de la primera fila

Gene Simmons, confundador, bajista y cantante de la banda de heavy metal Kiss, fue el invitado de excepción de la jornada, junto a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmen, y el diseñador Elio Berhanyer. Montesinos y Simmons, que se conocieron a través del artista Matt Lamb, han trabajado juntos en Los Ángeles. Carmen Alborch, Carmen Lomana, Arancha de Benito o Paola Dominguín fueron algunos de los habituales rostros famosos sentados en «front row».