Tamara Falcó, hija de Isabel Preysler y el marqués de Griñón, ha entregado a las hermanas de la Caridad de la Fundación Hospital de Avilés un coche para facilitarles las gestiones diarias relacionadas con su actividad en el centro sanitario.

La joven supo de las necesidades de las religiosas a través de una amiga y compañera de estudios, hija a su vez de una trabajadora del hospital conocido como de La Caridad. La joven hizo de intermediaria entre las tres monjas que residen en las dependencias hospitalarias y la persona que de forma anónima donó el vehículo, un Opel Corsa de color negro, de ocho o nueve años de antigüedad, que llegó a la ciudad hace varios meses pero cuya donación trascendió públicamente el jueves.

La noticia corrió como la pólvora en la zona y especialmente entre quienes de una u otra manera están próximos al centro sanitario. «Es un acto bonito que honra a una chica que no tiene nada que ver con Avilés», apuntaba una mujer a las puertas del hospital. Por contra, la repercusión mediática que ha tenido este hecho no cayó bien en la pequeña comunidad religiosa. «Ha sucedido hace seis meses y es un asunto privado por lo que no queremos comentar nada», señalaba tajantemente sor Josefa, superiora de las hermanas de La Caridad, abrumada por las llamadas de teléfono y los comentarios sobre la donación del utilitario a cuyo volante se sitúa sor Rosalía, de origen latinoamericano, la más joven de las tres monjas, y que obtuvo el permiso de conducir recientemente. Al tratarse de una conductora novel, el vehículo que puede verse aparcado en un lateral del edificio sanitario suele circular con la letra L de principiante pegada en la luna trasera. Del espejo retrovisor interior cuelga un rosario.

Muchos vecinos del entorno y algunos de los profesionales vinculados a la Fundación Hospital de Avilés „que cuenta con una plantilla de 132 personas„ ya se han familiarizado con la presencia de la monja conductora. De hecho, ha sido cariñosamente bautizada como sor Citroën, en referencia a la película española dirigida por Pedro Lazaga en 1967 y protagonizada por Gracita Morales, que daba vida a una monja avanzada para su época que conducía un coche del fabricante automovilístico francés.