La historia del HMS Bounty, el navío británico pasto del célebre botín en 1789, no acabó bien. Cuenta de ello han dado a lo largo de las décadas la literatura (gracias a Julio Verne) o el cine (Charles Laughton, Clark Gable, Marlon Brando, Anthony Hopkins, Mel Gibson, Laurence Olivier, Liam Neeson o Daniel Day-Lewis han engrandecido su leyenda). Hasta los protagonistas de la serie de televisión Los Simpson se han atrevido a narrar su desventura en alta mar.

Sin embargo, Valencia cuenta con una Bounty, que ha capeado el temporal de los años y las modas. Medio siglo sopla este fin de semana la discoteca con nombre de barco que sigue a flote en mar del ocio nocturno valenciano y que puede presumir de ser la primera en su especie en la ciudad.

«Rara avis» de la noche

Situada en la discreta calle del Músico José Iturbi, la Bounty apenas ha cambiado su apariencia desde que fue inaugurada en 1966 por Chimo Prat y Pepe Pitarch. Ambos fueron los promotores de otros locales míticos como Jardines del Real o Factory. Hoy en manos de la familia Prat, la sala conserva el mismo encanto de los años 60 y que le ha convertido en una rara avis de la noche valenciana y de toda España.

Por entonces, fue la primera discoteca de la ciudad y hasta allí se desplazaban los clientes más exclusivos de Valencia, recuerda Chano Viciano, yerno de Prat y uno de los actuales propietarios del local. Viciano explica como su suegro le contaba que la sala comenzó casi como un «club privado». «Antes de abrir ya lo tenían todo reservado», señala. «Buscaban la tranquilidad de nuestros sofás; las señoras se arreglaban muchísimo para venir», detalla. «Hasta tenían que dejar el teléfono a un lado para no recibir más llamadas de reservas».

Era el año 66 y poco más tarde, en 1969, se acometió una reforma integral del local, aunque seguía manteniendo el espíritu marinero. De aquella época se conservan muchos de los elementos que aún se pueden ver en la discoteca: paredes, lámparas de plomo, las barras, moquetas, la escalinata de madera... Su éxito se vio auspiciado además por la zona en la que se encontraba —y se encuentra—: la de las tascas. Tras una cena, lo natural era tomar una copa en la Bounty.

Pero los tiempos han cambiado. Entonces, en época de su suegro, recuerda Viciano, hasta se fiaba. El actual propietario encontró una carpeta de los primeros años de la discoteca en la que había listas de cuentas de clientes que satisfacían a finales de cada mes. Algunos, incluso, pagaban en «especias». «Había casos de gente que pagaba con aparatos de aire acondicionado porque trabajaban en el sector».

«¡Esto está igual!»

Con el paso de los años, los herederos de Prat han querido mantener el espíritu «marino» de la sala. «Alguna vez hemos pensado en renovar la apariencia pero eso hubiera sido igualarnos al resto y nuestro carácter diferenciador está en nuestra estética», apunta Viciano. A ello, suma el estilo musical que suena en el interior de la sala y del que destaca el pop and roll y que surge de la fusión del pop y el rock and roll. «Hasta los más jóvenes, de 20 o 30 años, nos piden canciones que, por edad, no son de su época», señala. Un perfil que no es el que la discoteca acogió en sus inicios y que, sin embargo, son habituales en la sala. «Es curioso cómo la gente más joven nos dice: ‘¡ostras, mis padres venían aquí’!», dice Viciano. Pero esa generación también recuerda sus noches de ocio en el local. «Los más veteranos también vienen de vez en cuando y su reacción casi siempre es la misma: ‘¡Esto está igual!’».

La música y, sobre todo, la decoración hacen de la Bounty un lugar «especial y diferente», señala Viciano. Es «su estética vintage», en opinión del propietario, lo que se ha convertido en la clave del éxito de esta discoteca «única en España».

Pero no todo han sido tiempos boyantes para la Bounty. De hecho, Viciano explica que han acusado la crisis como cualquier local o establecimiento de ocio. «Se nota que la gente tiene menos dinero». Para Viciano hay varios factores que agudizan los malos tiempos: la ley antitabaco, el fenómeno del botellón o el traslado del ocio a otras zonas más alejadas, como el barrio de Russafa.

Pero Bounty hoy está de celebración. Esta noche celebra sus 50 años en una fiesta ambientada, como no, en los años 60. Los clientes ponen la indumentaria; la sala, con su estética inamovible desde 1966, pone el resto.