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Salud mental

El relato de Pilar Torres, de ser la jueza más joven de España a la jubilación con 34 años: "El primer brote psicótico fue terrible"

"La clave es tener conciencia de la enfermedad que sufres. Y la tengo", cuenta Pilar Torres sobre los problemas de salud mental que le han llevado a adoptar una vida sana lejos de la Justicia

Un mujer con problemas de salud mental. Ferran Nadeu

"El sufrimiento de una persona con problemas de salud mental es enorme, nadie lo sabe". Quien así habla es quien fuera una de las juezas más jóvenes de España. Con una cabeza privilegiada y un prometedor futuro en la judicatura, el estrés provocó que su enfermedad mental, orgánica y latente, se desatara y truncara su carrera profesional. La exjueza Pilar Torres es miembro del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de Afesa Salud Mental Asturias, y su actividad se centra ahora en ayudar a otras personas que padecen enfermedades mentales, animando a mantener un control absoluto de la medicación y una vida sana para evitar los temibles brotes.

Afesa se reunió esta semana pasada con la ministra de Sanidad, Carolina Darias, quien visitó la ciudad para conocer de primera mano el "Modelo Avilés" en salud mental, que ha sido pionero en el tratamiento asertivo comunitario y con el que se ha conseguido recuperar para el tratamiento a personas con trastorno mental reacias a acudir a un consultorio, han evitado ingresos involuntarios a cargo de Fuerzas de Seguridad y han puesto en evidencia los inconvenientes de un tratamiento ambulatorio inadecuado. Precisamente el Hospital Universitario San Agustín acogió esta semana pasada un congreso monográfico con participación de profesionales de la psiquiatría de todo el país.

El mensaje de Pilar Torres, que mantiene vínculos avilesinos, es claro y resume la parte que corresponde aportar a los pacientes: hay que dejarse ayudar. "Nací en una familia progresista de clase media baja que creció con todo el cariño familiar y sin carencias, pero siempre fue exigente y perfeccionista". Pilar Torres inicia así su relato, con voz pausada y con decisión, sin ambages. "A los 14 años sufrí un intento de abusos sexuales por un vecino del pueblo donde vivían mis abuelos. Era un maltratador, todo el mundo lo sabía y los vecinos lo denunciaban a la Guardia Civil. Pero entonces no era como ahora, y a la mujer le decían que tenía que aguantar. Una noche me asaltó, me cogió y me apretó muy fuerte exigiendo que le besara. Aún no sé cómo, pero no me amedrenté y le pegué una patada. Me caí al suelo y me hice una herida en la rodilla, pero conseguí escapar. Él me amenazó de muerte si decía algo", continúa la exjueza.

La adolescente decidió no decir nada en casa, "porque estaban mi padre, mi abuelo, mis tíos.... lo hubieran matado". Pero cuando regresaron a Madrid, donde residía, acabó contándoselo a sus padres. "Era de madrugada, y mi padre cogió un cuchillo, se subió en el coche y se dirigió al pueblo. Iba a por él. Pero cuando llevaba recorridos más de 20 kilómetros, se dio la vuelta. Menos mal, afortunadamente".

La familia sacó recursos económicos de donde pudo, pero llevó a aquel hombre a juicio. "El juez decidió un careo entre él y yo. ¡Un careo! Una niña como yo frente al hombre que me había hecho aquello. Dijo que la herida que me había hecho había sido porque me caí de la bicicleta. Fue su palabra contra la mía, y perdimos. Fue horrible. Todo fue terrible", rememora.

Pilar siempre había querido ser médica, pero esa circunstancia le hizo cambiar de opinión, y decidió ser jueza. "Aquella experiencia me hizo madurar mucho y de repente; apenas tuve adolescencia, pasé directamente a la juventud. Mi madre dice que fui rebelde, pero aun así tenía claros los límites. Era una persona segura de mí misma y sabía hasta dónde estaba dispuesta a llegar en mis relaciones y a decir ‘no’".

Empezó la carrera de Derecho y fue una alumna ejemplar. Consiguió once matrículas de honor y finalizó con sobresaliente. "Tuve el enorme privilegio de tener de profesor de Penal a Enrique Gimbernat Ordeig, y cuando acabé me ofreció hacer el doctorado y quedarme con él. Se lo agradecí infinitamente, pero tenía claro que quería ser jueza", continúa Pilar Torres.

Se dedicó en cuerpo y alma al estudio y en solo año y medio aprobó las oposiciones. "Fui la jueza más joven de España, junto con otra compañera", dice con orgullo.

Pero cuando empezó a ejercer, empezaron las desilusiones. "Faltaban jueces, había un atasco enorme, el personal era escaso e interino. Trabajaba muchísimo, y llegó el momento en que tuve que ascender a magistrada por antigüedad". Su destino fue Reus. "Creí que allí estaría tranquila, porque mi intención era evitar el País Vasco, por la banda terrorista ETA. Resulta que Reus era su ciudad dormitorio, y me encontré teniendo que vivir con protección, lo que se sumó al enorme atasco de casos pendientes".

Fue entonces cuando comenzó a enfermar, aunque quien entonces era una de los jueces con mayor proyección profesional no era consciente de lo que le ocurría. "En realidad, padecía desde mi primer destino, pero no decía nada. Hasta que llegó un momento en que me pasaba algo que yo no sabía identificar, tenía la autoestima por los suelos, me dio ansiedad, agorafobia, ataques de pánico. Pero no decía nada, no sabía lo que me pasaba y no lo verbalizaba. Cuando sufrí el primer brote, no hablaba".

Pese a su sufrimiento, no pedía ayuda, "tiré para adelante, con mi sonrisa deslumbrante y sin decir nada. El primer brote fue terrible. La alteración de la realidad en la que vivía era completa, vivía dentro de una trama delirante en el que me perseguían para matarme, y los demás se reían porque sabían que iban a matarme... fue horrible", rememora la exjueza. "Vives en un delirio permanente, y por más que te expliquen que no es la realidad, que todo lo que tú piensas es mentira, no les crees. Para ti es verdad tu realidad paralela".

Con ese primer brote fue ingresada en el Hospital del Mar en Barcelona y a partir de ahí inició su lucha particular para salir adelante.

"Nunca fui agresiva. En realidad, no lo somos, el problema es que, cuando sufrimos un brote psicótico, la gente no sabe cómo tratarnos. Hay un desconocimiento absoluto, las personas que nos rodean se ponen nerviosas, tienen miedo, cuando lo que necesitamos es que nos calmen, que nos tranquilicen".

A Pilar la jubilaron con 34 años, dejándole la puerta abierta para cuando quisiera volver. "No quiero hacerlo. No podría vivir de nuevo con ese estrés. Lo tenía claro entonces, y ahora, con 53 años, aún más", asegura.

Lleva una vida sana, tranquila, con una medicación que sigue a rajatabla y con la ayuda profesional que necesita. "La clave es tener conciencia de la enfermedad que sufres. Y la tengo. Llevo nueve años estable y compensada, gracias, sobre todo, a la medicación correcta y a la terapia mensual realizada. Hay compañeros que no siguen el tratamiento como les indican, y entonces es cuando tienen brotes psicóticos y sufren, sufren mucho".

Pilar Torres se considera una privilegiada porque se puede permitir la medicina privada. "Pero en la pública es un desastre. Faltan médicos y tiempo, y eso provoca que muchas personas se descompensen porque no reciben la atención adecuada", se lamenta.

Por el contrario, muestra su satisfacción con la sensibilidad social que existe ahora hacia las personas que sufren problemas mentales. "Hay mucho más respeto y comprensión", asegura. Y aprovecha para lanzar un mensaje: atención a la adolescencia, "esa etapa tan difícil que todos pasamos, la peor de la vida, y en la que más ayuda se necesita".

Pilar Torres, la jueza más joven de España, envía un mensaje de tranquilidad y solicita comprensión. "No somos bichos raros, aunque hagamos cosas raras. No hay que tomarlo como una desgracia. Solo hay que ser conscientes y afrontarlo, con medicación, con ayuda y con esfuerzo. Pelear por vivir, y vivir bien".

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