Jean Donald Dorelus es haitiano y pocos pueden hablar con más conocimiento de causa de la situación actual del país caribeño tres años después del terremoto que mató a 300.000 personas y dejó sin hogar a millón y medio.

¿Cuál es la situación de Haití en la actualidad?

La situación es muy diferente a la que había tras el terrible terremoto de enero de 2011. El país ha avanzado mucho, las cosas mejoran día a día y el actual gobierno está trabajando mucho. Todo los haitianos están luchando, incluso muchos que estaban fuera y que han regresado a Haití porque sentían la necesidad de volver para echar una mano.

¿En qué se ha avanzado más?

El progreso en infraestructuras es notable. Tras el terremoto se creó la Unidad de construcción de edificios y viviendas públicas, un órgano que ayuda a más de 50 entidades no estatales a reconstruir el país. El Estado está invitando a las ONG a participar en los proyectos. También ha experimentado una mejoría el sistema educativo. Todos en Haití se han propuesto sacar adelante el país: hay una cercanía en entre el gobierno y la oposición y también debe destacarse la ayuda de la Conferencia Episcopal.

¿En que temas hay más retraso?

Hay que partir de la base de que Haití se ha visto inmerso en dictadura tras dictadura después de obtener la independencia y, además, ha sufrido varios desastres naturales. Todo esto explicaría cómo estaba el país antes del terremoto de 2011. Es una cuestión de tiempo, porque aparte de la reconstrucción hay que cambiar la mentalidad del pueblo. Pormenorizando, diría que los campos de desplazados tienen muchas necesidades y, aunque se ha avanzado mucho, todavía hay mucha gente que no tiene una vivienda.

¿Cuál es la mayor necesidad de Haití?

Trabajo para los jóvenes. El 80 % de la población de Haití es joven. Tienen una buena formación y una gran capacidad, pero no hay empleo.

¿Ha llegado toda la ayuda internacional prometida?

No, ha habido una gran reducción.

¿Se ha reducido por la crisis económica o es que los países desarrollados tienen otras prioridades?

Con Haití se ha demostrado que los países desarrollados dan la espalda al tercer mundo. Mi ONG lo ha sufrido, ha tenido que reducir y reorientar proyectos porque tiene menos fondos de los previstos. La crisis ha influido, pero también el egoísmo.

¿La debilidad política en Haití es un problema para la llegada de inversores internacionales?

Hasta ahora sí pero la situación está cambiando. El actual gobierno comienza a hacer bien las cosas y, por ejemplo, el turismo está creciendo. Haití es un país maravilloso, con playas increíbles, una buena gastronomía, una gente siempre con la sonrisa en la boca... Estamos preparados para recibir turistas. Haití es un mercado virgen que ofrece muchas posibilidades para los empresarios. Y si ganan los inversores, ganamos los haitianos y, sobre todo, los más jóvenes, que necesitan trabajar.

¿Qué futuro le espera a su país?

Un futuro muy bonito, sobre todo para los jóvenes que comienzan a darse cuenta de las posibilidades que tiene Haití si se trabaja bien.

Hace un relato muy optimista y vitalista de Haití pero quien pise el país también verá miseria, destrozos, inseguridad...

Claro, faltan muchas cosas por hacer, mucho trabajo por delante. Estamos ante un proceso largo y duro pero lo importante es empezar.

¿Qué sector de la población ha sido más afectado por el terremoto?

Los niños y las mujeres son los más perjudicados, sin duda. Muchos niños se han quedado huérfanos, lo han perdido todo y hay que ayudarles. La mujer es el motor de la economía de Haití y ha perdido su empleo, y si no tiene trabajo no puede mantener a sus hijos. Una de las estampas del país es la gran cantidad de mujeres en las calles, trabajando en la venta ambulante. Históricamente, la mujer haitiana ha mantenido a las familias, nunca se ha quedado en casa.