«Tú eres una gran mujer. Atrévete». Este cartel recuerda al estribillo de la pegadiza canción de los puertorriqueños Calle 13, donde despampanantes rubias oxigenadas desfilan con escasos trozos de tela por todo el vecindario. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Las palabras, impresas en morado, con motivo de un día de la mujer ya pasado, llama a unas mujeres que danzan a un son completamente diferente; las mujeres mayas guatemaltecas. Y las llama, detrás de esas palabras, a ejercer su derecho de ser.

Ellas cantan, en kaqchikel otra canción: «Ja rusaqariik nib´iixani´, jee k´a chokopaa toq nikii k´axaajii´nee b´iixaani´ eejee´e choqojaa». Son Maria Coj Sohom y Manuela Guarchaj del grupo de Las Poderosas Teatro. Viven en Nahualá, un municipio del departamento de Sololá, al suroccidente del país. Y encontraron, a través del teatro, una poderosa arma para denunciar con atrevimiento el desasosiego que impregna sus vidas y el de sus compañeras.

La pobreza en la mujer

Las cifras de Cepal y la Unesco dicen que un 66% de las mujeres que viven en el mundo rural son pobres, sienten el agujero del estómago vacío día a día. También dicen que el índice de analfabetismo entre las mujeres es del 27,6% frente al 15,6% de los hombres. Los números también hablan de 23 lenguas mayas diferentes en el país, y que ellas, las mujeres, apenas hablan castellano, lo cual es un handicap en su día a día para entender a un doctor o para saber qué pone un documento oficial.

Las cifras no hablan de violencia, ni exclusión social, ni de abusos, ni de machismo. Ni de niñas-mujeres dando teta a niñas. Ni de mujeres sin dientes. Ni de dietas de frijol y frijol. Ni de salarios de 40 quetzales al día (4 euros), ni de familias con más de cinco bocas que alimentar. Ni de una mujer que vive a veces, tan aislada, como los cerros que la rodean.

En 2014, la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) respaldó el proyecto de estas mujeres facilitándoles el escenario del Centro Cultural de España en la capital del país para que pudiesen representar su obra. En este caso, la cultura se reveló como poderoso instrumento de transformación social y desarrollo personal. Y es a través de la cultura y la educación desde donde ellas buscan crecer, poder decir que tienen boca, que existen, que son más que una cifra. Quieren demostrar y demostrarse que pueden, al menos, participar.

Derechos y autoestima

«Yo no sabía que el hombre y la mujer éramos iguales, que teníamos derechos, como querernos, la autoestima, que podemos decidir los hijos que queremos tener, que no nos deben violentar en casa y que también podemos participar en la organización comunitaria de nuestras aldeas, que no tenemos que tener miedo» apunta, en kaqchikel, Catarina Tum de la comunidad Palanquix. Ella, como el resto de sus vecinas,asistió el año pasado a los talleres en derechos y formación política que les brinda la asociación local Coindi. Desde esta organización, que cuenta con el apoyo del sindicato de enseñanza Stei Intersindical de las Islas Baleares, entre otras ONGs europeas, también les apoyan en una alfabetización bilingüe en k´iche´ o kaqchikel y castellano, donde el mero acto de aprender a firmar, se convierte en un paso para alejarlas de la vergüenza de una educación nunca recibida por la pobreza.

«Ellas son analfabetas y poder firmar y saber escribir es un logro bastante significativo para ellas. Ven que les ayuda a contar, que pueden firmar la tabla de calificación de sus hijos, que pueden firmar un acta en una reunión comunitaria donde antes no asistían por la vergüenza de firmar con su huella» explica Vilma Yaxon coordinadora de proyectos de Coindi. «Lo que yo he aprendido con los talleres de alfabetización y formación política es a tomar mis propias decisiones. No dependo de mi marido. Ya no es que le pida permiso para ir a las actividades sino que le informo, que no es lo mismo», puntualiza Pascuala Tzaj Ramírez.

Para ellas, prosigue Vilma, «es muy importante sentirse valoradas y valorarse, ese es su motor; si uno le da poquitas orientaciones ellas lo hacen todo? es un proceso largo pero la mujer tiene que ser auto determinativa en los procesos». Efectivamente, cuando la mujer comienza a participar, y a sentirse segura, se forma como lideresa de su comunidad y replica lo aprendido entre más mujeres. Con tenacidad camina hacia una igualdad de derechos y hacia su propia reivindicación como ser humano.

«Como lideresa, guío a otras mujeres, „explica Maria Coj Sohom„platicamos sobre violencia contra la mujer, sobre la autoestima y hacemos proyectos familiares. Y en el grupo de teatro, hablamos con mujeres que han sufrido violencia psicológica o física y desintegración familiar e incluimos también a los hombres».

«En la vida no hay casualidades»

De la dolorosa representación de sus vidas en la obra de teatro de Las Poderosas, «Devolviendo las olas al mar», nació una creación audiovisual y también un libro: Naciendo. En la dedicatoria de ese libro, una de las mujeres escribió: «En la vida no hay casualidades, todo está con propósitos» a saber, los mismos con los que la mujer lucha por su trocito de vida.

Tal y como expresa Manuela Cumatz Chumil, presidenta de Coindi: «Mi aspiración sería que todas las mujeres tengamos la oportunidad de participar y de sostenernos, y de demostrarnos que las mujeres somos capaces de cualquier trabajo u oficio que se presente y seguir luchando para una vida mejor aprovechando las oportunidades que tenemos».