La parroquia de San Josemaría de Valencia abandera una iniciativa novedosa: reparar bicicletas en desuso y en mal estado destinadas a personas que no tienen medio de transporte para acudir a su trabajo o para salir a encontrarlo.

Al voluntario Iñaki González un día se le ocurrió que existían muchas ONG y asociaciones que ofrecían comida, vivienda o ropa a personas necesitadas pero no había ninguna asociación que se preocupara por darles una forma de desplazarse. «Esta iniciativa la comenzamos hace unos tres años. Es muy importante ofrecer alimentación, techo o vestido a aquellas personas en una situación difícil pero hay gente que tiene que ir a trabajar o a buscar un empleo que ni tan siquiera puede pagarse un billete de autobús o de tren», afirma González.

Así nació «Angels by Bike», un proyecto que tiene como objetivo rescatar bicicletas que estaban destinadas a convertirse en chatarra. «Una vez teníamos la idea hacía falta gente para desarrollarla. La parroquia nos cedió un espacio para el taller de reparación y a partir de ahí comenzamos a trabajar. Después encontramos una empresa que nos aportó dinero para arrancar: había que comprar cable, manillares, cadenas, etc. Y, lógicamente, necesitábamos que encontrar bicicletas en desuso para repararlas».

Iñaki González relata que la bicicleta están a disposición de cualquiera «sin ningún tipo de discriminación. Nos da igual que el que nos la pida sea musulmán, budista o que profese otra religión». El voluntario señala que el solicitante «acredite que no va a especular con la bicicleta, que no la venderá para chatarra o para revenderla. Es necesario que pruebe que tiene un trabajo o que necesita la bici para poder encontrarlo».

A partir de ahí todo corre por cuenta de la parroquia. Manos a la obra, los voluntarios se afanan en dejar como nuevas «unas bicicletas que en algunos casos están hechas polvo: robiznadas, sin ruedas, sin cadena... Ahora tenemos 70 bicicletas, pero la demanda es tremenda». Un voluntario trabaja a diario y otro acude al taller de forma esporádica. «No tenemos más medios. Aunque nos gustaría tener más personas, ahora no contamos con empresas que nos ayuden económicamente», comenta González. «Pero al final el trabajo sale, más rápido o más lento. Ojalá tuviéramos más voluntarios, pero la situación es la que es. Lo que si puedo asegurar es que nadie que pida una bicicleta se queda sin élla». A lo largo de este año la parroquia ha entregado 48 bicicletas a personas de 12 nacionalidades distintas. Reparar una bicicleta, según el voluntario, cuesta un día de trabajo. «Son unas cinco o seis horas de dedicación, aunque todo depende del estado de la bici. Hay que destacar que la reparación la asume la parroquia, nunca el receptor».

Normas de circulación

Una vez finalizada la rehabilitación aún hay que cumplir un requisito. «Todo bicicleta entregada lleva aparejada una documentación para que no haya ningún problema. También se ofrece al usuario unas nociones de tráfico y una serie de normas para respetar la bicicleta».