Unos cuantos folios y colores sirven para que se pongan a dibujar. Conforme avanzan en sus trazos, se descubre que dos de las tres niñas han optado por una bandera junto a la que escriben «Sahara Libre» y un mapa dividido por una línea roja y varios puntos marcados. Es la división entre la zona ocupada y la libre. A pesar de su corta edad, no son ajenos a la realidad que les ha tocado vivir, pero son felices.

Atu, Tutu, Yousef, Minetu y Hamahu son cinco de los 134 niños saharauis que pasan el verano junto a familias acogedoras valencianas gracias al programa «Vacances en Pau» de la Federació d´Associacions de Solidaritat amb el poble Saharaui (Fasps) que se organiza a través de entidades locales como Ajuda als Pobles de Quart, con quien se reúne Levante-EMV. Desde hace 20 años menores saharauis de los campos de refugiados de Tindouf (Argelia) tienen la posibilidad de pasar dos meses en España para disfrutar de la piscina, la playa y una serie de actividades que no tienen allí, donde pueden llegar a los 57 grados y viven en khaimas.

Las tiendas y los centros comerciales con sus escaleras mecánicas son lo que más suele sorprender a los pequeños, enamorados del mar, que ya no se asombran como antes porque conocen otras realidades a través de la televisión, explican las familias que les acogen. La responsablidad de su bienestar se comparte entre los acogedores y las asociaciones y además de divertirse y jugar, también se aprovecha su estancia en España para someterles a revisiones médicas en las que se suelen detectar intolerancias o alergias alimentarias.

María Ascensión Olcina se emociona al hablar de la situación de los saharauis. Ella acoge a Atu tras haber estado en los campamentos como nutricionista. Cree que la comunidad internacional y España en concreto -por su responsabilidad histórica- «no están actuando correctamente», y se alegra de «poder sacar a alguien y ayudarle aunque solo sea por un momento».

Ester Montalbán, secretaria de Ajuda als Pobles y responsable del programa, explica que, en la mayoría de casos, las familias se implican por «solidaridad» y después conocen la situación del Sáhara y acaban viajando a la zona. Es el caso de José Alba y Ani Cuesta, que colaboran desde hace más de una década. Este año Yousef pasa el verano con ellos, y antes estuvieron algunos de sus hermanos. «Los cines y la feria les encantan», expone la pareja, que define a estos niños como «sin miedo, muy espontáneos y valientes». Julia Palmer y su madre, Esperanza Marín, acogen a Hamahu, de quien destacan «su educación y disponibilidad para ayudar siempre». Él se sorprende porque en España «se come mucho», acostumbrado a las pequeñas raciones de los campos, donde la falta de alimentos se suele repetir periódicamente. Al igual que otros niños y niñas, se asombró al ver el mar. Julia cuenta que suelen preguntar «de dónde viene tanta agua y hasta dónde llega» y no se la imaginan salada. Según la experiencia de todos los años, después de haber sido uno más en los hogares valencianos, los niños suelen volver felices, ya que también tienen ganas de ver a sus familiares. Aquí, se trata de que estén bien atendidos y se adapten durante su estancia, no de hacerles vivir «en un cuento de hadas», especifica Esperanza. Conforme van creciendo, la imagen idílica de España se va diluyendo, ya que los menores empiezan a conocer la historia, cuenta Nayem Cheg, el monitor que les acompaña. «De pequeños ven a España como un ángel, pero los adultos sí saben de política y echan la culpa a España de la situación», apunta.

Responsabilidades políticas

Adolfo Rueda, presidente de Ajuda als Pobles, y Ester recalcan que acoger a los niños aquí «es una forma de mantener vivo el conflicto» que califican de «largo y olvidado». «Su presencia -aseguran- es una denuncia». «Hay quien se sorprende de que los saharauis hayan sobrevivido 41 años», asegura Rueda, quien destaca el «importante papel de Argelia». Para la Fasps, el conflicto del Sahara Occidental data de 1975 y «es fruto de una descolonización no concluida» de la que acusan a los Gobiernos de Marruecos y Francia a la comunidad internacional, y a España, de no asumir la responsabilidad como antigua potencia colonial. Unos 200.000 saharauis viven desde hace más de 40 años en el desierto argelino,. «Vacances en pau» pone nombre, apellido y sonrisa a estos refugiados que luchan para no ser olvidados.