De todas las visitas que se reciben durante un ingreso hospitalario, posiblemente una de las más esperadas es la del Mago Potakum. Juan es funcionario de prisiones desde hace más de 25 años, pero «se transforma» en el Mago Potakum y lleva su magia a hospitales, residencias, colegios de educación especial y otras entidades, como voluntario de la Fundación Abracadabra.

«Somos magos solidarios que damos nuestro tiempo libre para ir a hospitales, centros de discapacitados, residencias de la tercera edad... no somos profesionales, tenemos nuestro trabajo y la magia es una afición», explica.

Juan empezó hace 15 años a mostrar sus primeros trucos de magia a amigos y familiares, y desde hace unos ocho años colabora con la fundación. «Siempre me ha gustado hacer magia y llegar donde más lo necesitan», confiesa.

Normalmente, una vez al mes visita algún hospital: en la actualidad es el Clínico de València pero también ha pasado por las instalaciones de La Fe. En los centros hospitalarios ofrece un espectáculo de unos 40 minutos para los pequeños pacientes que se encuentran mejor y pueden estar en la ludoteca. Por otro lado, a aquellos que tienen un estado de salud más delicado, como los menores ingresados en la unidad de oncología, les visita 10 minutos en sus habitaciones.

Según explica, su actuación se basa en la «magia de salón, cómica, participativa, muy visual y divertida», más allá de los juegos de cartas. Además, siempre convierte a un espectador en un improvisado ayudante de mago. Así, los niños y niñas son los protagonistas y portadores de chistera y varita mágica durante unos minutos.

La capacidad de ilusionarse

«La actuación se suele anunciar en los hospitales. Me esperan con mucha ilusión y con la magia tienen un momento de desconexión de una realidad amarga», destaca. Además, siempre cuenta con la complicidad de los sanitarios, que le dicen, por ejemplo, quién celebra su cumpleaños o a quién le vendría mejor un guiño especial durante el show. Y es que este tipo de actividades son una gran herramienta terapéutica.

«Yo no cobro nada, me llevo la satisfacción personal de ayudar y me voy muy contento», reconoce el mago. Además de los hospitales, cada cierto tiempo visita colegios, como el Centro de Educación Especial Enric Valor de Gandia, o la residencia Asiger Vistabella de València. En muchos actos, además, le acompaña su mujer Rosa.

Niños hospitalizados, ancianos, personas con discapacidad psíquica o física, jóvenes en riesgo de exclusión social... «así como cualquier otro colectivo que se encuentra en un estado emocional particularmente difícil y necesita sentir que aún tiene la capacidad de ilusionarse» suelen ser el público de los magos solidarios de la Fundación Abracadabra, en marcha desde 2005.

En la Comunitat Valenciana, una decena de magos colaboran con la fundación y en España son casi 100. Juan es funcionario, pero también tiene a compañeros pilotos, profesores... y de otras muchas diferentes profesiones, con los que tiene en común la afición por la magia. En total, Abracadabra calcula que más de un millón y medio de personas en España se ven beneficiadas por la dedicación de sus magos solidarios.