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Roberto y Salvador no se conocían de nada antes del 20 de mayo de 2008. Lo único que tenían en común era que ambos estaban matriculados en el mismo gimnasio de Alboraia.

Sus caminos se cruzaron a las siete y media de la tarde. Roberto es un viejo conocido de la justicia. Tiene "una pluralidad de antecedentes penales", entre los que destaca una condena de cinco años de prisión por robo con violencia. Aquel día, Salvador se encontraba en uno de los aparatos del gimnasio cuando Roberto le dio un golpe en la nuca con una botella.

Salvador se giró y le recriminó su actitud. Roberto le respondió verbalmente. La discusión fue "in crescendo" hasta que de las palabras pasaron a los empujones y los golpes. Fue entonces cuando cayeron al suelo y, Roberto, le mordió la oreja a Salvador.

El bocado fue tan fuerte que le arrancó la parte superior del pabelón auricular. Roberto escupió la parte del cuerpo de Salvador que acababa de arrancar y salió huyendo del lugar.

Uno de los monitores ayudó al herido y llamó a una ambulancia. Los médicos tuvieron que reconstruírsela. Poco después de que se hubieran llevado al herido al hospital, Roberto volvió al gimnasio armado con un destornillador. Fue detenido.

Una pena intermedia

El fiscal del caso pedía cinco años de prisión por estos hechos, pero los magistrados de la causa consideraron "desproporcionada" la pena. El letrado defensor por su lado demandó la pena mínima. Los jueces tampoco la aplicaron porque "la actuación del acusado, molestando sin motivo a su víctima, es la propia de un agitador".