El espía ruso Alexander Litvinenko murió asesinado en Londres en noviembre de 2006 a causa de un envenenamiento por talio radiactivo. Cuatro años después, una enfermera andaluza fallecía en Gran Canaria, también envenenada por talio. El presunto asesino fue su marido, también enfermero de profesión.

La diferencia entre ambas muertes es la procedencia de la sustancia. En el primer caso era un tipo de talio utilizado por los servicios secretos, y cuyo efecto mortal es inevitable. En el caso de Laura G., el talio utilizado era de un tipo de matarratas cuya venta al público está prohibida en España. Y, en este caso, no era radiactivo. Al hecho de la utilización de un veneno raro hay que sumar que ni la mujer, ni los médicos, ni su familia sabían que estaba enfermando por culpa de ese veneno y aunque la posibilidad de la presencia de un tóxico no se descartó, sólo la autopsia ha revelado qué mató a Laura.

El talio como veneno

La toxicidad del talio es muy alta, porque las células lo asimilan en la falsa creencia de que es potasio. Este metal tiene también un uso terapéutico en cardiología, pero las dosis que se suministran a los pacientes son a apenas 0,6 microgramos, y su permanencia en el sistema es de tan sólo unas 24 horas tras la ingesta del mismo.

Laura, además, tenía cantidades ingentes de insulina en su cuerpo, por lo que se cree que su marido utilizó una batería de fármacos, además del matarratas.