Rosa Manero Prades, de 74 años y vecina de Sant Cugat de Sesgarrides (Barcelona), volvió a nacer ayer, y lo hizo a pocos kilómetros del que ya era su pueblo natal, la Pobla de Benifassà. Pese a su edad, la mujer logró pasar toda la noche y la mañana aferrada al tronco de un árbol, con un abismo de veinte metros de profundidad bajo sus pies. Y así permaneció hasta que fue rescatada ­­–ella y el joven que se mantuvo abrazado a ella los últimos veinte minutos para evitar que acabase en el fondo del barranco– por especialistas del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) de la Guardia Civil de Valencia.

Casi 24 horas antes, Rosa había llegado en compañía de su marido a la zona de la masía de Sant Josep, entre El Boixar y Coratxar. El esposo prefirió esperarla en el automóvil porque le dolían las piernas, mientras ella se fue a dar una vuelta en busca de setas. Eran las cuatro de la tarde. Las horas comenzaron a pasar y Rosa no volvía.

El reloj marcaba casi las siete cuando el marido decidió pedir ayuda. Llamó al 112 y enseguida se puso en marcha el dispositivo de búsqueda, en el que participaron patrullas de la Guardia Civil, vecinos de Coratxar y de Fredes, así como los brigadistas forestales y los bomberos del Consorcio de Castelló. Cuando despuntaba el alba, se sumaron a las tareas de rastreo el Greim, con base en Ontinyent, y tres helicópteros, el de la Guardia Civil de Valencia, el del SAMU de Castelló y el de la Generalitat Valenciana.

La diabetes, el otro riesgo

Más de treinta personas recorrieron el área en la que Rosa había sido vista por última vez, ampliando los rastreos en círculos concéntricos. Sobre las cuatro de la tarde, dos jóvenes de Coratxar la vieron, agarrada al tronco, con las piernas colgando sobre el abismo. Estaba exhausta y asustada. Con frío y hambre. Los médicos temían algo peor, porque es diabética y precisa medicación mañana y tarde.

Los dos chicos pidieron ayuda y unos veinte minutos después llegaron los agentes del Greim. Mientras, uno de los jóvenes, al verla desesperada –«gritaba que quería soltarse, que no podía más», explica un testigo–, optó por encaramarse al tronco. Abrazado a la mujer y tratando de calmarla, aguantó hasta la llegada de los expertos en rescate.

Los agentes la aseguraron y, en pocos minutos, la sacaron del área de peligro. Luego, la evacuaron sobre una camilla hasta un lugar accesible para los médicos, que, contra todo pronóstico, comprobaron que no tenía alterados los valores de glucosa pese a la diabetes. Eso sí, sufría hipotermia y contusiones. El helicóptero del SAMU la trasladó al Hospital General de Castelló, donde permanece «estable».

«Tuvo mucha suerte», explicó un miembro del equipo de rescate. Tras desorientarse, Rosa había continuado caminando pese a la caída de la noche. Envuelta en la oscuridad, siguió andando hasta que, a las cuatro de la mañana, tropezó y rodó por una pendiente de unos diez metros, al final de la cual se encontraba el tronco. A sus pies, el precipicio de pared vertical. Rosa cayó sobre el árbol y quedó sentada a horcajadas sobre él. Se abrazó al tronco y así permaneció hasta que, doce horas más tarde, la vieron los chicos.