En el lenguaje carcelario una lágrima tatuada debajo del ojo significa que quien la lleva ha cometido un homicidio. Es precisamente esta determinada marca la que permitió a la policía detener a un delincuente que estaba atemorizando el barrio de Jesús , en Valencia, tras cometer al menos media docena de robos en apenas 15 días, según apuntaron fuentes cercanas a los hechos.

El atracador de la lágrima negra, como es ya conocido el detenido, no carga sobre sus espaldas ningún delito de homicidio, según pudo confirmar este periódico, pero sí una larga lista de antecedentes policiales de todo tipo, desde robos con violencia y con fuerza, extorsión, malos tratos, receptación y tenencia ilícita de armas. Además, el ahora arrestado, de 33 años y nacionalidad española, ha pasado seis años de su vida entre rejas. Fue quizás durante este periodo de tiempo cuando decidió tatuarse esta marca bajo el ojo derecho para, seguramente, ganarse una cierta reputación dentro del centro penitenciario con el resto de reos.

La última oleada de robos con violencia que la policía le imputa comenzó el pasado 19 de noviembre cuando el sospechoso robó presuntamente en un supermercado de la calle Carteros de Valencia. El modus operandi utilizado por el delincuente no era lo que se dice sofisticado. Cogió una lata de comida para perros como si fuera un cliente más y cuando se disponía a pagar a la cajera, aprovechó que ésta abría la caja registradora, y de un empujón tiró a la empleada al suelo y se hizo con el dinero que había en la caja. Tras ello huyó del establecimiento.

Este mismo método empleó para robar días después en otro supermercado de la calle Pianista Amparo Iturbi. Allí sustrajo de sólo 180 euros. Sólo un día después, el 30 de noviembre, volvía a actuar en otro supermercado de la calle San Vicente Mártir.

A cara descubierta

En todos los robos el atracador utilizaba la violencia para hacerse con el dinero pero en sólo algunos de ellos llegó a mostrar un arma blanca. En el resto le valía sólo con las amenazas para atemorizar a sus víctimas. Se da también la circunstancia de que no ocultaba su rostro en los atracos como si no le importara ser captado por las cámaras de vigilancia. Además, el tatuaje del rostro lo hacía fácilmente identificable por los testigos.

El 1 de diciembre el atracador de la lágrima actuó de nuevo. En esta ocasión la víctima fue una mujer que caminaba por la calle Juan Fabregat de Valencia. El asaltante la abordó con un cuchillo y se apoderó del teléfono móvil, las tarjetas de crédito y 30 euros en efectivo.

Dos días después retomaba los robos a supermercados y asaltaba un comercio en la plaza Jesús. Armado con un cuchillo de cocina amenazó al empleado diciéndole que le diera la recaudación si no quería que le matara allí mismo. De esta forma se apoderó de otros 450 euros.

En su escalada delictiva el sospechoso tampoco dudó en atracar a una mujer dentro de un ascensor en la calle Doctor Marañón. Este robo, ocurrido el pasado domingo, parece ser el último que cometió antes de ser detenido por la policía el pasado martes.

El juez ordenó ayer su ingreso en prisión al tener en cuenta sus numerosos antecedentes. Esto no pareció preocupar en exceso al acusado, quien manifestó en su declaración que no le importaba volver a la cárcel y que incluso estaba mejor dentro que en la calle.