«No se ha encontrado mi cuerpo, pero los médicos forenses han certificado mi muerte. Gracias a todos los que habéis estado buscándome. Mi familia os lo agradece de corazón». De este modo «se despide» María Luisa Reig Nolasco en la página de la red social «Facebook» que sus hijos crearon tras su desparición, el pasado 1 de junio -tal como adelantó en exclusiva Levante-EMV-, y que ha servido para canalizar los sucesivos rastreos, infructuosos hasta ahora, en busca de su cuerpo.

A principios de julio, el Instituto de Medicina Legal de Valencia emitía el informe definitivo por el que se da por fallecida a María Luisa, conclusión obtenida a partir de una prueba irrefutable: parte de un brazo de la víctima, seccionado y quemado, hallado en el sótano de la vivienda de la mujer, en la urbanización Corral Blanco de Albalat dels Tarongers, horas después de su desaparición.

Se trata, según ha podido saber Levante-EMV de fuentes de toda solvencia, de una sección de la parte superior de uno de los brazos, de algo menos de 15 centímetros de longitud, formado por el hueso y el tejido muscular. Del análisis de ese resto, los forenses han podido inferir que la víctima ha de estar necesariamente muerta, porque el corte del brazo a esa altura habría producido el fallecimiento por desangramiento.

De todos modos, los especialistas no han podido aclarar si el descuartizamiento de la víctima se produjo con anterioridad a la quema del cadáver o si fue posterior a la acción del fuego. En el lugar donde supuestamente se produjo el crimen, el sótano de la vivienda de María Luisa, -que el asesino o los asesinos quemaron para borrar huellas-, no se encontraron apenas restos de sangre. Esa circunstancia parece reforzar la tesis de que el cadáver fuese desmembrado tras la quema.

Sin embargo, no hay pruebas determinantes en ningún sentido, ya que tampoco se puede descartar que el descuartizamiento se hiciese sobre alguna superficie plástica o suficientemente tupida que protegiese el suelo y las paredes de la transferencia de sangre.

El resto que ha permitido establecer la muerte de María Luisa fue encontrado el mismo día que la Guardia Civil realizó la primera inspección ocular en la vivienda. Sin embargo, ha habido que esperar, primero, a que los forenses determinasen que era de naturaleza humana -a partir del análisis de composición de los tejidos y del tipo de hemoglobina, y segundo, a que certificasen que pertenecía a la víctima.

Prueba de ADN

Para ello, según confirmaron ayer fuentes familiares a este periódico, la Guardia Civil ha tomado muestras de ADN a los hijos de María Luisa y ha obtenido el perfil genético de la víctima a partir de sus objetos personales. El cotejo del ADN indubitado -el que se conoce sin duda alguna que es de María Luisa- y el del resto humano -los forenses tuvieron serias dificultades para extraerlo debido a la acción destructora del fuego-no ha dejado lugar a dudas: pertenecía a la desaparecida.

María Luisa había cenado la noche del 31 de mayo con una amiga y una hermana suya en el Port de Sagunt, de donde se fue a la una y diez. Al día siguiente, sobre las ocho, un vecino alertó a los bomberos de que había un incendio en la casa de María Luisa. El fuego sólo había afectado al sótano, el lugar del crimen.

«Estamos destrozados; ella no lo merecía»

«Estamos destrozados. Habíamos pensado en la posibilidad de que estuviese muerta, pero no algo así. Ella no merecía esto». Aurora, una de las hermanas de María Luisa sólo confía ahora «en que la Guardia Civil resuelva el caso. Cuando vemos que hay crímenes que llevan años sin ser resueltos, nos ponemos fatal. Sabemos que no paran de mirar cosas, pero hasta ahora no hay nada claro». Los hijos de María Luisa y sus hermanos fueron informados por los responsables de la investigación en una reunión el pasado 4 de julio. «Nos dijeron que ya estaba claro que estaba muerta y que había sido asesinada. Y que el crimen había sido cometido en el sótano de su casa. Aún no lo podemos creer», se lamenta Aurora. t. d. valencia