Los supervivientes a la matanza todavía no se han quitado el miedo del cuerpo. José Planells había llamado a los timbres y conforme abrían comenzaba con las agresiones mortales. «Estaba pegando patadas en la puerta; menos mal que mi mujer no ha abierto» explicó uno de los vecinos. Las escenas de dolor se reproducían en cada una de las esquinas de la calle y los relatos de los sucedido se multiplicaban: «Hemos oído golpes y creíamos que eran ruido de obras. Después se escucharon gritos. Hemos salido a la calle y nos hemos dado cuenta que las voces venían de la finca», comentó a Levante-EMV un fallero, a la puerta del casal que hay debajo de la finca de tres alturas en donde se produjeron los hechos.

Los golpes que se escucharon correspondían a las víctimas, que llamaban a las puertas de los vecinos de la escalera para que les abrieran y poder así refugiarse. Alguien gritó «La tía Carmen está muerta». Más tarde sus familiares se derrumbaban en el interior de una cafetería. Su sobrina no podía entender lo que había sucedido.

Sergio Ramos, un vecino y amigo del agresor, dijo que «conocía a José y era un hombre que nunca se metía en problemas. Había trabajado en una funeraria. «Yo iba a sacar dinero esta tarde a un cajero de Bancaja y me he cruzado con él. Iba normal», comentó. «Una cosa como esta no te lo esperas nunca», zanjó.

Otras fuentes señalaron que había mantenido disputas con los vecinos, pero nadie se atrevió a decir qué motivaba esas discusiones. José Planells, de 32 años de edad, tenía una niña de siete meses. Otra joven explicó que era habitual ver al detenido en una heladería cercana con un grupo de amigos o paseando en carro a su hija.

Llegada de ambulancia

Con la continua llegada de familiares de las víctimas se desplazó hasta la calle una ambulancia de soporte vital básico. Los afectados recibieron cobijo en el casal de la falla existente cerca del lugar de los hechos. Los efectivos sanitarios les trataron de los problemas de ansiedad que sufrían. En las cafeterías cercanas se servían infusiones tranquilizantes para otro grupo de familiares. A medianoche, se desplazó hasta Castellar el concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Valencia, Miguel Domínguez.

Según informó el edil, hacia las nueve de la noche de ayer, un agente de la Policia Local que estaba fuera de servicio y llegaba de realizar un curso, vio a una persona en la finca ensangrentada, pidiendo auxilio desde una ventana.

El agente subió por las escaleras y se encontró con los cadáveres de las víctimas y los heridos en el suelo del piso. Ante la dantesca escena, el policía pidió refuerzos y fue él mismo el que detuvo al agresor. El asesino es vecino del inmueble y cometió los asesinatos llamando a las puertas y acuchillando a la gente.

El agresor, enloquecido, gritaba: «Tengo una mujer muerta dentro»

Según los testimonios recabados, el presunto asesino debió de actuar en un estado de enajenación mental, totalmente ido y con un fuerte ataque de furia y rabia. Tras acuchillar a sus víctimas, los gritos prosiguieron en la escalera y los diferentes inmuebles. «Poco después, salió una mujer muy asustada y el asesino empezó a gritar: ¡Qué estáis tardando mucho y tengo una mujer muerta ahí dentro!», explicó un testigo. El presunto homicida salió de la finca con la cara y la camisa ensangrentadas y con la mirada enloquecida. Después del edificio surgió un joven y empezó a decir que le habían dado varias cuchilladas, Eran las nueve de la noche y comenzaba una odisea para los habitantes de este núcleo urbano de Valencia, comenzaron a llegar ambulancias, coches de policía y familiares. Fue entonces cuando se comprendió en Castellar la magnitud del drama.