El amigo ucraniano de Sylvester, que prefiere mantener el anonimato, explicó ayer a este diario que la víctima «era una persona muy buena, muy generosa» y agregó que «yo no me puedo creer aún que haya muerto y que lo hayan matado, no lo puedo creer».

Rememora, para demostrar ese «buen corazón», que él fue testigo de cómo, en una ocasión, «le regaló los 300 euros que acababa de cobrar en la obra, y que era todo el dinero que tenía, a un niño que pedía a la puerta del supermercado ése de ahí enfrente. Se lo dio y le dijo: "Pero que no te vuelva a ver pidiendo en la calle, ¿eh?"».

Relata que Sylvester, que había estado casado en su país aunque se había separado hacía tiempo, llevaba «unos ocho o nueve años viviendo y trabajando en España» Corrige. «Bueno, trabajando cuando había trabajo. Ahora ningún extranjero encuentra. No lo encuentran ni los españoles...», se queja.

De hecho, Sylvester, «como otros», llevaba más de un año «viviendo en la calle, de lo que podía».