La burundanga, una droga de origen vegetal que tiene el poder de suprimir la voluntad y la memoria de las personas durante el tiempo que dura su efecto, es conocida y usada desde hace 30 siglos como base para envenenamientos, conspiraciones y pócimas de amor.

Así lo detalla la Comisión Clínica del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD) en uno de sus informes en el que destaca que existen numerosas piezas literarias en las que se menciona esta sustancia como uno de los más habituales «venenos de anillo» para diluir en líquidos durante el Imperio Romano. También se han recogido muchas referencias a esta droga como ingrediente principal de los más populares «filtros amorosos mágicos» a lo largo de toda la Edad Media.

Esta droga, que no tiene sabor ni olor detectables, tiene el poder de suprimir la voluntad de las personas y hace perder la memoria de todo lo que sucede durante el tiempo que dura su efecto, convirtiéndolas en títeres perfectamente sumisos.

Su nombre real es escopolamina y se obtiene de un arbusto muy conocido denominado brugmasia, belladona o beleño blanco, con grandes flores tipo trompeta de las que se extraen alcaloides que se conocen y se utilizan, con fines sociales o farmacológicos desde hace más de treinta siglos.

Así, la belladona se utilizaba como cosmético en el Imperio Romano debido a que dilata la pupila. También se ha utilizado como agente antiespasmódico en medicamentos tan conocidos como la Buscapina o la Cibalgina, precisa el informe del PNSD.

Existe la posibilidad de que su consumo produzca intoxicación aguda, a veces con efectos potencialmente mortales, afirma el informe, que precisa que en las lenguas de origen prerrománico, los términos «beleño», «beleno» y «veneno» son de significado casi idéntico.

La Comisión Clínica del PNSD explica que «la burundanga no debería incluirse, por sí misma, en una publicación sobre drogas de abuso si no fuese por el hecho de que se usa, con fines delictivos, como un tóxico».

Y precisa que, «diluido en bebidas alcohólicas, o aspirado en cigarrillos» provoca la «sedación en personas que, posteriormente, serán víctimas de rapto, abusos sexuales o robo».

Aunque en España es «absolutamente marginal el uso o la detección de esta droga», según afirman fuentes policiales, la burundanga ha cobrado actualidad tras la detención y posterior puesta en libertad en Madrid de un hombre de 48 años con enanismo que simulaba ser un chamán o curandero para supuestamente abusar sexualmente de mujeres a las que suministraba esa sustancia soporífera para anular su voluntad.

De momento, y gracias a la publicación del caso, la policía ha logrado reunir 38 casos en los que el sospechoso drogaba a mujeres a las que abordaba en la calle y sedaba dándoles a leer un periódico impregnado con escopolamina.