"Quiero confesar. ... Sí, soy Ramón. Voy para allá, voy al cuartel". Las palabras se le entrecortan, tiene prisa por soltar todo lo que lleva dentro. Todo el mal que ha estado ocultando desde la madrugada del pasado domingo cuando disparó a traición a sus dos vecinos mientras dormían. "Sí fui yo, ..., yo lo hice, yo la maté", confiesa a Levante-EMV José Ramón M. Ll. a través del teléfono móvil minutos antes de entregarse en el cuartel de la Guardia Civil de Sagunt. "Ese hijo de la gran puta iba a matar a mi hija", asevera totalmente desquiciado antes de que un familiar cuelgue la comunicación.

Pasaban pocos minutos de la una de la mañana del miércoles cuando el asesino de Dangira M., la mujer tiroteada con una escopeta de perdigones en su casa de campo de Sagunt, telefoneó a este periódico para confesar el crimen, creyendo erróneamente que se trataba de la Guardia Civil. José Ramón M. Ll. había mantenido varias conversaciones con este periodista desde el día en que disparó contra Plácido y su pareja, de ahí su confusión. En ellas había tratado de enmascarar lo ocurrido con un supuesto robo o un asunto de deudas, pero ayer se vino abajo al sentirse acorralado por los investigadores de Homicidios de la Benemérita y reconoció el crimen que hasta entonces había estado negando. Incluso esa misma mañana, para justificar que la prueba de la parafina hubiera dado positiva, alegó a los agentes que el sábado por la mañana había estado cazando con un familiar.

El homicida confeso se personó voluntariamente en el cuartel de Sagunt acompañado de su yerno. La Guardia Civil procedió inmediatamente a su detención y esperó a la llegada de los agentes del grupo de Homicidios para tomarle declaración. José Ramón M. Ll., que tuvo que ser atendido por un médico tras sufrir una crisis de ansiedad, se derrumbó y confesó los hechos colaborando en todo momento con los investigadores. Así, confirmó la hipótesis que ya en un primer momento apuntaron los vecinos del lugar, que el móvil del crimen se debía a rencillas vecinales entre Plácido y José Ramón.

Las hostilidades entre estos dos vecinos se remontan a cinco años atrás, al parecer, motivadas por las fiestas que la hija de Ramón solía hacer en una caseta de su padre hasta altas horas de la madrugada junto a sus amigos. Según apuntan fuentes vecinales, Plácido solía llamarle la atención a la joven por el jaleo que montaba junto a su parcela, lo que a su vez molestaba al padre de la chica, quien no veía bien que nadie le dijera a ésta lo que tenía o no que hacer. Hasta tal punto había llegado el enfrentamiento entre estos dos vecinos, que incluso Ramón llegó a pensar que Plácido podía hacerle daño a su hija. De hecho fue esta la argumentación que alegó ante la Guardia Civil sobre los motivos que le llevaron a disparar a sus dos vecinos a oscuras y a través de la ventana para intentar acabar con sus vidas. "Iba a matar a mi hija, iba a matar a mi hija", repetía una y otra vez, sin sentido alguno, como si de una paranoia se tratara.

El homicida, miembro de la sociedad de cazadores de Sagunt hasta el 2008, seguía teniendo su escopeta de caza pese a que actualmente no podía manejarla, según él, por problemas en el hombro derecho. Fue precisamente esta arma, cuya licencia no había renovado, la que utilizó el domingo de madrugada para disparar contra sus dos vecinos mientras dormían tranquilamente en su caseta de campo, situada en el camino de la Hostelera. Dangira murió desangrada por la herida que presentaba en la parte inferior de su cuerpo y Plácido sufrió heridas de perdigón en los glúteos.

Previamente el presunto asesino había realizado la pintada hallada en la valla exterior de la casa, junto a la entrada, en la que con letras un poco ilegibles se entendía algo así como: "Paga o muere". Su intención era clara. Despistar a los investigadores para que centraran sus pesquisas en un posible ajuste por deudas.

Pero su engaño no surtió efecto y desde el primer momento la Guardia Civil lo consideró el principal sospechoso. Así, tras hallar el cadáver de la mujer y trasladar al herido al Hospital de Sagunt, los agentes avisaron a este vecino para que acudiera a su chalé. "Lo primero que pensé es que me habían entrado a robar", aseguró a Levante-EMV el acusado para tratar de centrar la atención en un posible robo.

Una tranquilidad sospechosa

Mientras todas las sospechas se cernían sobre él, Ramón estaba tranquilamente comprando en un supermercado. "Ahora no te puedo atender, llámame dentro de cinco minutos que estoy pagando", explicaba tranquilo y confiado. "Como no tengo nada que ver no me preocupo", aseguraba tan sólo un día antes de su confesión.

Hasta tal punto llegaba su confianza que apenas unas horas después de cometer el asesinato, y después de haber ocultado las pruebas, guió a este periódico hasta el lugar del homicidio. Pues ya se sabe que el asesino siempre vuelve a la escena del crimen.