"No podía respirar, me estaba asfixiando con el cojín, y yo estaba en las últimas, pensé que era el final", recuerda Alonso, de 85 años, los momentos de pánico en los que por un momento creyó que todo estaba perdido. Pero, pese a su edad, este octogenario no cedió a las presiones de su asaltante y sacó fuerzas para exhalar dos potentes gritos de auxilio, que a la postre le salvaron la vida. "Él no pensaba que le iba a plantar cara, pero sabía que si le daba la cartilla me mataba porque lo conocía y podía identificarlo", reconoce el anciano.

Su presunto agresor, que reside como inquilino en el piso inferior al del agredido, se entregó horas después en el retén de la Policía Local de Xirivella. El juzgado de Instrucción número cuatro de Mislata ha ordenado su ingreso en prisión comunicada y sin fianza del acusado, de 20 años y natural de la República Dominicana, por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa, según apuntaron fuentes jurídicas. Además, el juez le ha impuesto una orden de alejamiento de la víctima de 500 metros como medida cautelar, que le impediría en caso de quedar en libertad seguir residiendo en la misma finca que el agredido.

Los hechos ocurrieron minutos después de las cinco de la tarde del pasado sábado en un piso de la calle Doctor Fleming de Xirivella. "Tocaron al timbre y como vi que era el vecino de debajo de casa le abrí la puerta", explica el agredido. "Me puso el cuchillo en el cuello y me arrastró por el pasillo hacia dentro", recuerda Alonso, quien forcejeaba con su agresor para impedir que se lo llevara al comedor, al tiempo que trataba de pedir auxilio pese a tener la boca tapada por el brazo de su asaltante. "Me vas a dar la cartilla y el código, sino ya sabes lo que te espera", le amenazó el ladrón sin quitarle el cuchillo del cuello, según el testimonio del anciano.

"Luego me tiró contra el sofá y me puso un cojín en la cara para asfixiarme. Yo intentaba quitármelo pero no podía", relata Alonso, quien reconoce que en ese momento pensó que no lo contaba. "Después de pegarme cuatro o seis puñetazos me tiró al suelo y me puso los dedos en la boca, que hasta me arrancó la dentadura postiza". "Y otra vez apretando con el cojín en tierra".

Cuando el hombre "ya estaba casi en las últimas y sin aliento", según confiesa, sacó fuerzas de flaqueza y se movió lo justo para que su agresor perdiera el equilibrio y se le cayera la navaja. Fue ese momento el que "aproveché para pegar dos gritos fuertes: ¡Socorro que me mata!". El asaltante huyó temiendo la llegada de la policía.

"Estoy seguro que ya lo tenía planeado, iba a robarme y luego me mataría", asegura la víctima. De hecho, el día anterior, en el que había cobrado la pensión, este mismo vecino se presentó en su casa pidiéndole alcohol por una herida. "Llevaba la idea pero por lo que fuera no se atrevió".