«Intenté quitarle el cuchillo y mi papi no me dejó». Son las palabras del menor de tan sólo 11 años, que a principios del mes pasado presenció cómo su padre asestaba varias puñaladas a su madre en Paiporta. Tuvo que ser testigo directo de una tragedia que golpea a la sociedad española y de la que él es también una víctima.

Porque ellos, los hijos de estas relaciones truncadas por la brutalidad, quedan marcados por este drama en su día a día inmediato, y en algunos casos de por vida. Son las otras víctimas de la violencia de género, los que quedan huérfanos, con una madre fallecida, y un padre, o referente paternal entre rejas.

En muchos casos también han tenido que sufrir durante meses o años situaciones de extrema violencia o vejaciones continuas en el hogar. En el caso del pequeño de Paiporta, no quería quedarse a solas con su padre por miedo como relataban sus familiares. Había tenido que soportar discusiones y el carácter violento de su padre. Tras intentar arrebatarle el cuchillo a su padre y no lograrlo, según su tía, el menor incluso se sentía culpable.

En otro caso, ocurrido en septiembre, en la calle Carolina Álvarez de la ciudad de Valencia, otra menor quedaba huérfana cuando su madre moría a manos de su pareja, quien le cortó el cuello y le realizó varios cortes profundos en el pecho con un cuchillo jamonero. Mientras el drama ocurría, la menor se encontraba en casa, aunque al parecer no se enteró directamente del crimen al estar en su cuarto con los auriculares puestos.

El último crimen ocurrido hace dos semanas en Villa-real en la que un hombre arrebató la vida a su mujer y su hijo elevan a siete las víctimas mortales por este tipo de delitos. A falta de menos de dos meses para que se termine el año ya se han igualado las cifras de todo el año pasado, cuando fueron seis. En toda España, las mujeres asesinadas por sus maridos o exparejas ascienden a 43, la última esta semana en Málaga, donde un hombre se suicidó tras matar a su pareja de 66 años.

Los informes provisionales elaborados por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, también recogen este año por primera vez el número de menores huérfanos por violencia de género en el ámbito estatal: 39.

Más de una treinta de vidas rotas. Niños que tendrán que aprender a recuperar el mazazo que les ha dado la vida con la ayuda de familiares y profesionales. A ellos hay que sumar los cinco menores que perdieron la vida en un crimen de violencia de género, dos de ellos en Castilla-La Mancha y Andalucía, y el pequeño de Castelló.

Pueden llegar a la depresión

«Desde luego un niño que sufre esta situación va a quedar tocado, pudiendo llegar incluso a una depresión», explica Marisol Lila, profesora de psicología social de la Universitat de València, y directora del Programa Contexto (programa de intervención con hombres penados por violencia de género).

Esta profesional, experta en este tipo de violencia contra las mujeres, indica que «estas situaciones tienen un impacto muy potente en el menor. Puede afectar a su capacidad de atención o sus capacidades emocionales, llegando incluso a la depresión. Se trata de una situación traumática. Es un niño que queda sin referentes, de quienes más le tenían que querer», añade.

Y es que tras un choque emocional como éste, el menor ha de enfrentarse a un enorme drama, con la dificultad añadida de su falta de experiencia para enfrentarlo y razonarlo. Lila, no obstante, incide en que «estos son los casos más extremos, en los que la violencia acaba con la muerte de la víctima, pero a diario hay miles de niños y niñas que se enfrentan a una violencia continuada en casa».

Apunta a que el drama, que queda entre las cuatro paredes del hogar, hablando en cifras da vértigo. «Al año más de 100.000 mujeres presentan una denuncia por violencia de género. Pero este dato hay que multiplicarlo por tres, las que se estiman que no dan el paso para realizarla. Solo con que la mitad de estas víctimas tuviera un hijo menor...».

En este caso, hablamos de miles de niños que conviven a diario con este problema o de manera puntual, afectando a su personalidad y a su «interacción con la sociedad y en la escuela» puesto que pueden interiorizar esa violencia y conductas, llegando en algunos a ser convertidos por el agresor en su aliado, y ser partícipe de la visión vejatoria hacia la madre, la cual se traslada a su día a día. «Obviamente, no todos los niños son iguales y afecta de manera diferente», incide. Asimismo, puntualiza, «haber convivido con el maltratador no te convierte en uno de ellos, pero sí es un factor potencial».

«Falta inversión»

Marisol trabaja mediante el Programa Contexto directamente con los maltratadores que no llegan a entrar en prisión, trabajando con ellos en la reeducación, por lo que en el día a día se enfrenta a esta lacra social. Otro de los diferentes objetivos es formar a profesionales en la intervención de casos de violencia de género.

«No se está invirtiendo en la ley contra la violencia de género, el presupuesto es escaso», asegura. De hecho, resalta que para que ellos pudieran desarrollar este programa que contempla la normativa se tuvieron que constituir como asociación para lograr recibir subvenciones.

«En toda España en los Centros de Inserción Social hay 50 psicólogos para maltratadores, un número totalmente insuficiente cuando nosotros cada año al menos trabajamos con un centenar», indica. Ella paga las fotocopias o el material para que se pueda desarrollar, con la ayuda de voluntarios.

Para Marisol Lila, «se trata de una ley que tuvo su polémica, que puede gustar o no, pero que si se aplicara con todo el presupuesto seríamos la avanzadilla en Europa en este tema».

Perfil de víctima y agresor

Con los datos provisionales en la mano del ministerio, la mayoría de las mujeres que murieron a manos de sus parejas tenía entre 31 y 40 años, representando el 34,9 %, y de ellas 32 eran españolas y 11 de origen extranjero; mientras que el agresor presenta una media de edad un poco más elevada, de los 41 a 50 años, y también en su mayoría son españoles. En más del 60,5 % de los casos, víctima y agresor convivían y aproximadamente en un 39,5 % estaban en fase de ruptura de la relación.

De las 43 mujeres asesinadas, solo 7 habían denunciado a su agresor. Respecto a la distribución del número de víctimas por comunidades autónomas, la mayoría de los crímenes mortales se han producido en Andalucía y Madrid, con nueve y ocho respectivamente, seguida de la Comunitat Valenciana, con siete.