"Dicen que cuando un niño cierra los ojos en el mundo, un nuevo ángel nace en el cielo. Que cuando sus manos se cierran en la tierra, dos alas se despliegan en la eternidad. Hoy ese ángel existe en nuestro corazón, su nombre es Aitor", con estas emotivas palabras, en recuerdo del niño de 22 meses ahogado en una piscina de Llíria, sus familiares despedían ayer al pequeño antes de ser incinerado en el tanatorio municipal de Valencia. "Aitor era la alegría de toda la familia", afirmaba un familiar del chiquillo con un nudo en el estómago.

La madre del pequeño, que se lanzó al agua para sacarlo nada más verlo en el agua, lamenta una y otra vez por qué no miro antes en la piscina. Apenas transcurrieron unos segundos "en los que entró a darle la vuelta a los macarrones", según apuntaron fuentes próximas a la familia, y cuando salió de nuevo Aitor ya no estaba. La mujer comenzó a buscarlo por todo el chalé pero no reparó en la piscina, que tiene una escalerita, hasta que ya fue demasiado tarde. Un tío abuelo del niño acudió en su ayuda al escuchar los gritos de la madre, pero tampoco pudo reanimarlo.

La Policía Local de Llíria llevó al menor en su coche al ambulatorio, pero a mitad camino se cruzaron con la ambulancia, y ésta lo trasladó al Hospital La Fe, donde finalmente murió, como informó ayer en exclusiva Levante-EMV.