La peligrosa y silenciosa «muerte dulce» se cobró ayer la vida de una pareja de jóvenes, de apenas 21 y 25 años, que se encontraban pasando la noche en una caseta a las afueras de Sueca. María Jesús Lloret y Óscar López murieron como consecuencia de la inhalación de monóxido de carbono mientras dormían. Ninguno de los dos se percató de lo que estaba ocurriendo y lentamente el CO se fue adhiriendo a la hemoglobina de sus organismos, impidiendo así que la sangre llegara al cerebro. Al parecer, la mala combustión de un hornillo de gas que utilizaron con estufa está detrás de esta nueva tragedia. De hecho, cuando el padre de la joven descubrió los cuerpos dicha estufa todavía seguía encendida.

A la espera de que hoy se les practique la autopsia, la muerte de ambos jóvenes se produjo durante la noche del jueves al viernes. María Jesús, de 25 años, y Óscar, de 21, habían acudido a la caseta de campo que los padres de la chica tienen en el camino de Inagra. Ninguno de ellos le había dicho a su familia donde iban a pasar la noche, por lo que ya de madrugada, al ver que no llegaban, los padres de uno y otro comenzaron a llamarles al teléfono móvil sin obtener respuesta alguna.

A la mañana siguiente la preocupación de los familiares fue en aumento, ya que hacía horas que no sabían nada de ellos. Fue en torno a las 15.30 horas cuando el padre de la joven, vecina de Sueca, pensó que podrían estar en la caseta de su propiedad, en la partida de l'Heretat. Al llegar, encontró el vehículo del joven estacionado fuera y cuando entró descubrió los cadáveres en la habitación sin signos de violencia y la estufa todavía encendida.

Un vecino oyó sus gritos y acudió en su auxilio. «Pensaba que le habían entrado a robar o algo así, pero jamás que pudiera haber pasado esto», se lamentaba. Inmediatamente acudieron al lugar agentes de la Policía Local, la Guardia Civil y una ambulancia del SAMU. Los sanitarios sólo pudieron confirmar la muerte de los jóvenes. Familiares y amigos de las víctimas también se acercaron al conocer la noticia. «Es increíble, no entiendes una muerte así, en plena juventud, y de repente no están», apuntaba una amiga de la joven. «Es un golpe demasiado duro para unos padres», explicaban desde su entorno. «Por lo menos no han sufrido, no debieron ni darse cuenta», apuntaba otra. Muchas veces la caseta era utilizada como centro de reunión de los amigos de los fallecidos, grandes aficionados al manga y a la fantasía medieval.