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Robos al descuido

Maravillas, la ladrona de las 50 detenciones

La delincuente desvalija a mujeres mayores que la dejan entrar en casa tras apiadarse de ella

«Señora, ¿me deja entrar un momento en su casa? Es que llevo horas esperando a mi madre en la calle y ya no puedo más... Tengo mucha sed». La receptora del mensaje suele ser una mujer de edad avanzada, que vive sola y que tiene buen corazón: se apiada de la desconocida, la mete en su cocina, le prepara una bebida (fría o caliente, según la estación) y, cuando quiere darse cuenta, ya no están ni la desamparada joven, ni su dinero, ni sus joyas.

Es el sello de Maravillas G. G., una joven de 25 años, vecina del barrio de La Coma, de Paterna, que se ha convertido en una de las delincuentes más conocidas de la Policía Nacional, en cuyas dependencias es ya una habitual. En siete años -desde que es mayor de edad- acumula cerca de medio centenar de detenciones, en su inmensa mayoría por hurto, su especialidad. A ello se le suman otras cuatro de cuando aún era menor.

En lo que va de año, Maravillas ha pasado ya siete veces por las dependencias de la Policía Científica de Valencia, la brigada encargada de realizar todas las reseñas policiales de identificación de un detenido (huellas dactilares, fotografías y muestra de ADN si el delito lo requiere, aunque éste no es el caso). Seguramente sabe como nadie qué pasos debe seguir en cuanto entra escoltada y con grilletes en la inspección central de detenidos.

En 2013, su año más activo -hasta ahora- acumuló ella sola una decena de detenciones, casi una al mes. En los años anteriores, cuando comenzaba su carrera como ladrona al descuido, hubo hasta dos arrestos en días consecutivos. Es decir, nada más salir del juzgado, reincidió y volvió a comisaría.

Uno de los problemas con que se enfrenta el equipo de policías que más veces la ha arrestado, el grupo de Hurtos de la Jefatura Superior de Policía de Valencia, es que cada detención y, por tanto, cada atestado policial con imputación de delito suele corresponder a un solo hecho. Así, cuando es enviada al juzgado de guardia correspondiente, el juez y el fiscal sólo tienen en cuenta ese hurto aislado del que se la acusa, un delito al que corresponde una pena muy baja que no comporta, por tanto, el ingreso en prisión. Maravillas regresa a la calle, y vuelta a empezar: una denuncia, un reconocimiento fotográfico por parte de la víctima, una detención (más), un viaje al juzgado y una puesta en libertad.

Víctimas inocentes

La presunta ladrona siempre utiliza el mismo argumento. Aborda a mujeres mayores a quienes genera compasión con el argumento de que su madre o su hermana le han dado plantón. Y les pide por favor que la dejen entrar un momento a casa para reponerse del sofocón del calor o del aterimiento del frío -este invierno, una víctima llegó a prepararle a conciencia una bebida caliente para que repusiese fuerzas, y se quedó con el tazón en la mano porque, cuando había concluido en la cocina, Maravillas ya no estaba ni en el edificio-.

Mientras la compasiva víctima le llena el habitual vaso de agua que suele pedir, la ladrona simula recibir una llamada en su móvil -otras veces tiene un compinche que llama al timbre-, y con la excusa de atenderla, sale de la cocina, donde deja a la víctima. En ese momento es cuando entra en el dormitorio y, en apenas un par de minutos, encuentra y deja limpios joyeros, monederos, carteras y cajones.

A veces se despide aduciendo que la llamada al timbre o al teléfono era de la familiar a la que esperaba desde hacía horas y que ya estaba abajo aguardándola. En otras ocasiones, simplemente desaparece y deja a la víctima plantada con el vaso de agua, el café con leche o la sopa caliente en la mesa.

El error de no denunciar

Algunas ancianas se dan cuenta enseguida de lo sucedido, pero otras tardan horas en descubrir que las joyas atesoradas durante toda una vida y el poco dinero guardado en la cartera han desaparecido por obra y gracia de la desvalida joven a la que habían tratado de auxiliar.

La delincuente reside en Paterna, pero actúa tanto en ese municipio como en casi todos los barrios de Valencia. Incluso ha sido vista en otros puntos de l'Horta. Lo hace entre las nueve de la mañana y las tres de la tarde. Pese a su juventud, es madre de tres hijos y debe regresar a casa para atenderlos, por lo que no suele «trabajar» por la tarde. Ésa ha sido, al menos hasta hoy, su constante.

La Policía Nacional sospecha que Maravillas, arrestada la última vez el pasado día 21 por otro de sus hurtos -robó joyas por valor de 3.000 euros a una anciana en su domicilio de la calle Doctor Waksman de Valencia-, ha cometido muchos más robos de los que figuran en su ficha. Los agentes están convencidos de que muchas víctimas no denuncian porque la cuantía de lo sustraído es pequeña o por temor a la reacción de sus familiares al saber que han abierto la puerta y la casa entera a una desconocida. Y mientras, Maravillas continúa a la caza de nuevas víctimas.

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