Camioneros valencianos que viajaban en el ferry incendiado a 18 millas de Dragonera y que tuvieron que ser evacuados hasta Palma relataron ayer por teléfono a sus compañeros que debían relevarles al llegar a Valencia que habían pasado verdadero «miedo», pero no por el humo, sino en el rescate en sí. «Hemos pasado más miedo durante el rescate que viendo las llamas», apuntó uno de ellos haciendo referencia a las dificultades que tuvieron para arriar los botes salvavidas. «Se les paró el motor y tuvieron que salir a fuerza de remo», explicó a Levante-EMV un compañero de éstos.

«Ha sido lo peor que he pasado en mi vida, y he pasado mucho». León, otro transportista que viajaba hacia Valencia a bordo del «Sorrento», explicaba anoche, todavía «asustado y estresado», la odisea por la que pasaron los pasajeros del buque incendiado a lo largo de la hora interminable que pasaron hasta que fueron trasladados a bordo del «Puglia», la nave que acudió en su rescate. «Las poleas con las que bajaban el bote salvavidas se atascaron, y los tripulantes volvían a subirlo y bajarlo, mientras la gente dentro gritaba y vomitaba. Pero luego, una vez en el agua, fue todavía peor. El mar estaba picado, con olas de dos y tres metros, y el bote golpeaba contra el casco del barco que vino a rescatarnos. Tuvimos que subir quince metros por una escalera de cuerda resbaladiza hasta una escotilla muy estrecha».

León relató que la alarma sonó cuando acababan de comer, y todos los pasajeros fueron conminados por megafonía a acudir al punto de encuentro. Allí se encontraron ya con que salía una densa humareda y cenizas del garaje. «Se podía respirar, pero tragábamos mucho humo». En esta situación, mucha gente perdió los nervios. «Muchos estaban histéricos, gritaban y lloraban».

Y mientras intentaban hacer descender el bote salvavidas, veían las proporciones del desastre. «Las llamas salían por las ventanas y se escuchaban las explosiones de los neumáticos de los camiones, eran como bombas».

El bote se atascó

La mayoría de los pasajeros que quisieron explicar su experiencia coincidieron en alabar la actuación de los tripulantes, pero criticaron los medios del barco. «Parecía como si no supieran desenganchar el bote. Lo que hay que destacar es que por los pelos no hay gente muerta. El sistema de salvamento era fatal, estaba obsoleto», afirma Gabriel Silva, otro transportista.

Luego, cuando por fin consiguieron desenganchar el bote, la situación fue a peor. Estuvieron unos cuarenta minutos hasta que lograron acercarse al «Puglia». «En el fondo del bote había medio metro de agua, mientras las olas lo movían de un lado a otro y golpeaban contra el casco del Puglia, hasta que lograron engancharlo.

Julián García, de 58 años, es un transportista que no suele realizar este trayecto. «No sé nadar y pasé mucho miedo. La tripulación intentaba tranquilizarnos, pero hemos tenido muchos problemas para bajar los botes. Uno, con más de cien personas dentro, se quedó inclinado, parecía que nos íbamos a caer. La gente estaba muy nerviosa y gritaba».

Otros pasajeros explicaron el mal rato que pasaron para subir desde el bote salvavidas a la nave que los rescató. «Había que subir por una escalera de cuerda muy resbaladiza, y luego entrar por una escotilla muy pequeña. Había que empujar a la gente para que entrara, porque había personas mayores y una mujer con un bebé. Lo hemos pasado muy mal ahí».

Otro de los pasajeros, José Manuel González, también transportista, se mostraba desolado. «Yo había venido a Mallorca a buscar trabajo y lo he perdido todo, mi equipaje, mi furgoneta, todo lo llevaba allí y lo he perdido».

«Había mucho humo y fuego», explicó Mercedes González, que viajaba de Palma a Valencia en el «Visemar One». «Estuvimos tres horas parados al lado del barco mientras ardía, pero al final no recogimos a ningún pasajero».