Después de verse sorprendidos por el fuego en el ferry que cubría la ruta Palma-Valencia, tras un aparatoso rescate en el que muchos aseguran que temieron por sus vidas, y ser posteriormente evacuados a Palma sin saber todavía muy bien cómo volverían a sus hogares, la treintena de valencianos que viajaban en el «Sorrento» -la mayoría camioneros- se encuentran ya por fin en sus casas tras su particular odisea. «Pensaba que no salíamos de ésta», reconoce Germán, vecino de Torrent, nada más aterrizar en Manises. «Lo hemos pasado muy mal, pero lo importante es que ya estamos aquí con los nuestros».

La compañía Trasmediterránea-Acciona habilitó varios vuelos ayer por la tarde para trasladar a 75 de los 110 pasajeros del buque incendiado a 18 millas de la isla Dragonera, quienes pasaron la noche anterior en varios hoteles de la Palma. El grueso de éstos, 55 personas, llegaron al aeropuerto de Manises a las 16.00 horas en un vuelo de Airberlin. La mayoría de ellos son camioneros valencianos autónomos que hacían dicha ruta con asiduidad y que al perder sus camiones han visto reducido a cenizas su único medio de vida. «Lo hemos perdido todo, sin mi camión no puedo trabajar», se lamentaba Francisco.

También fueron trasladados en este mismo vuelo vecinos de Cuenca y de Murcia. «Nos han dicho que nos busquemos la vida y que luego les pasemos la factura del taxi, pero no es plan que nos traten así después de lo que hemos tenido que aguantar», se lamentaba un grupo de siete camioneros que tenían que volver al municipio conquense de Honrubia.

A lo largo de la tarde se habilitaron también vuelos para pasajeros procedentes de Madrid, Sevilla y Zaragoza, según fuentes Trasmediterránea-Acciona.

Familiares, amigos y compañeros de los valencianos que vivieron en sus carnes el rescate en alta mar los esperaban en la puerta de llegadas del aeropuerto de Manises después de que poco antes del mediodía les telefonearan desde Palma informándoles que iban a habilitar un vuelo esa misma tarde para regresar a Valencia.

Nada más aterrizar los abrazos y gestos de alegría se repitieron dando paso a las anécdotas. «Por suerte todo ha quedado en un susto, las pérdidas materiales se pueden reponer pero lo importante es que ellos han llegado bien», reconocía una compañera de un grupo de trabajadores de la empresa Mundo Animal de Torrent que regresaban en el buque incendiado tras terminar las labores de montaje en un parque acuático de Mallorca. «Llevaban una semana trabajando allí y la verdad es que lo han pasado muy mal, había bastante descontrol», señalaron. «A mí me hubiera pillado también, pero al final me vine el sábado para estar en el cumpleaños de mi mujer», apuntó Ángel, otro compañero de éstos.

El héroe filipino

Uno de estos tres valencianos que regresaron ayer a Manises en el vuelo procedente de Palma de Mallorca es Eduardo, cuya foto siendo evacuando en camilla por la Cruz Roja fue portada de casi todos los periódicos. Eduardo explica que sufrió un esguince de rodilla durante el rescate cuando ayudaba al único miembro de la tripulación que resultó herido, un chico de nacionalidad filipina que fue evacuado en helicóptero. «É l sí que es un héroe, casi dio la vida por nosotros», asegura mientras explica gesticulando con las manos cómo esta persona tiraba a pulso del bote, en el que iban unas 80 personas, después de que se enganchara un cable y la pequeña embarcación comenzara a golpear una y otra vez contra el casco del buque.

«Hay pasajeros que se han quemado las manos sujetando los cabos para aguantar el barco y que no cayéramos al agua», añade Germán. Además, varios de ellos con los propios remos tenían que separar la embarcación para que en el vaivén no resultara nadie dañado. «Ves películas como Titanic y piensas que eso no puede pasar, pero cuando estás ahí te das cuenta que un rescate con el mar picado es muy peligroso», relata este valenciano.

Eduardo, el más joven de los tres, explica que estaban empezando a comer cuando escucharon un fuerte golpe, como si fuera una explosión. No obstante, «como era la primera vez que subía en barco creí que era una ola». Su compañero Germán le sacó de su error temiendo que algo malo estaba ocurriendo en el ferry. «No sé lo que es pero una ola o una roca no es», recuerda.

Desde que escucharon esta primera explosión hasta que la gente comenzó a gritar que había un incendio en el barco pasaron alrededor de veinte minutos, según relatan estos pasajeros valencianos, quienes critican que tardaron mucho en detectar el fuego y aún más en tomar decisiones sobre la posible evacuación. «Nos iban llevando de una zona a otra para evitar el humo, primero a proa, ahora al otro lado... Entre ellos mismos no se coordinaban», asegura Germán. Mientras, «en la bodega se escuchaba una explosión detrás de otra», relata Eduardo.

Entre los evacuados recuerdan que había una mujer con un bebé. «Ella sí que demostró ser valiente, no quería separarse del pequeño ni cuando le bajaron un saco para ponerlo a salvo. Decía que ella lo llevaría encima», explican. «Menos mal que el barco de Baleària estaba cerca; casi no lo contamos», confiesa Germán.

Un desastre de evacuación

Esta sensación de que la evacuación fue por momentos todavía más peligrosa que el propio incendio es compartida por varios pasajeros. «Ha sido un milagro que no haya habido ni un solo muerto, la barca era una coctelera», asegura Gabriel, un argentino residente en Cuenca que viajaba en el barco en compañía de su mujer. «Se rompió el cabestrante y por poco nos vamos todos al fondo del mar», asegura.

«Estamos con vida, que es mucho, pero ahora nos encontramos aquí tirados», lamentaba a su llegada al aeropuerto valenciano. Finalmente la compañía les habilitó un transporte para poder llegar a Cuenca. Gabriel y su mujer habían estado en la feria en una exposición y portaban en su furgoneta todo el material de su trabajo, valorado en más de 20.000 euros. «Lo más doloroso es que se habrá quemado mi guitarra».

«Hay gente que tuvo que salir con la ropa que tenía puesta, sin poder coger ni su documentación», añade Eduardo, que aun tuvo tiempo de coger su teléfono móvil para avisar a su novia. Cruz Roja facilitó ropa a los pasajeros y ayer por la mañana los que estaban indocumentados fueron llevados a una comisaría para hacerles un nuevo DNI.