La hora que pasaron en el mar tras hundirse su helicóptero frente a la costa de Pinedo fue la más larga de sus vidas. «Manda narices que hayamos sobrevivido a esto y ahora vayamos a morir aquí ahogados», le decía Marcel a su compañero Haritz, mientras el uno al otro se daban ánimos para no sucumbir a la desesperanza y continuar luchando hasta el último minuto contra la fuerza del mar. «Nos animábamos mutuamente diciendo que lo que quedaba estaba chupado», asegura Marcel a Levante-EMV, aunque confiesa que ambos sabían que si no los rescataban en breve finalmente morirían por abatimiento o hipotermia.
«Intentamos nadar para llegar a la playa pero la corriente era muy fuerte», recuerda. Después vieron un mercante no muy lejos y trataron de llegar a él a nado, pero al poco desistieron porque nadaban a contracorriente y debían evitar malgastar energía. Los minutos pasaban y nadie acudía a rescatarlos. Incluso vieron pasar un avión y pensaron que los había divisado, pero pasó de largo. «Tenía mucho frío y me estaba quedando dormido», añade sobre la sensación de sueño que le invadía antes de ser rescatados por Salvamento Marítimo. Marcel no se considera un persona valiente. «No hice nada que otra persona no hubiese hecho en mi lugar». «No es una cuestión de valentía o heroísmo, sino un instinto de supervivencia», asegura.
A sus 34 años, este vecino de Mataró es un experimentado piloto, al igual que Haritz G., quien pilotaba el aparato cuando se estrelló en el mar el martes por la tarde tras realizar la llamada maniobra «flare», evitando así una muerte segura. Durante seis años Marcel estuvo trabajando en Panamá en barcos atuneros y actualmente trabaja desde el aire en la lucha contra los incendios. «Dice que se va a perder la campaña antiincendios. Ya está pensando en volver a volar», explican sus amigos. No obstante, durante varios meses deberá dejar en tierra su pasión ya que tiene cuatro vértebras rotas y el esternón dañado y su rehabilitación se presenta más lenta y complicada de lo que inicialmente se pensó.
