23.40 horas. La sala del 091 de la comisaría de Xirivella recibe la llamada de un hombre que asegura que cinco desconocidos han entrado en su domicilio, en el número 13 de la calle Virgen del Pilar de Aldaia, y le han acuchillado, que necesita ayuda urgente y que se ha encerrado en su dormitorio. Inmediatamente, todas las unidades disponibles se desplazan al lugar. Varios agentes de la Policía Nacional llaman al timbre, pero no obtienen respuesta. El silencio es absoluto. Tras insistir varias veces, una voz de mujer anuncia: «No pasa nada. Estamos viendo el fútbol». Los agentes se identifican por enésima vez. Consiguen subir hasta el rellano, pero no hay señales de actividad al otro lado de la puerta. Varios agentes escuchan entonces «no abras» y una alusión a deshacerse de algún tipo de estupefaciente.

00.10 horas. La puerta se abre de repente y sale una mujer de 49 años. Se identifica como la novia del hombre encerrado en el interior. Es entonces cuando advierte que es agente de la Guardia Civil y que está fuera de sí. Han consumido alcohol y distintos tipos de pastillas. Los policías intentan entrar para ver cómo se encuentra y, a través de un espejo, le ven el arma en la mano. Le piden que la tire y responde abriendo fuego.

00.15 horas. Los policías tienen el tiempo justo para salir corriendo con la mujer hasta alcanzar la calle. De los doce disparos efectuados -el cargador completo de la Beretta del 9 Parabellum reglamentaria de los guardias civiles de uniforme-, algunos impactan en la puerta del dormitorio, otros, en las paredes y varios más en la hoja interna de la puerta de la casa, que los policías cierran a sus espaldas en cuanto escuchan la primera detonación. El agente, de 33 años, destinado en el Puerto de Valencia y de baja desde hace un mes por una úlcera de estómago, decide atrincherarse en su dormitorio. Empieza, tal como informó ayer en exclusiva Levante-EMV en su edición digital, una larga noche de delirio psicótico por la presunta mezcla de alcohol con pastillas y posiblemente alguna sustancia tóxica más.

00.30 horas. Llegan los primeros refuerzos desde Valencia. Varios agentes intentan entablar conversación con el atrincherado, pero no responde. Guardias civiles del puesto de Aldaia se unen al dispositivo. El silencio domina la vivienda. Sólo alguna frase suelta: «¡Hay un hombre de verde apuntándome con una escopeta!»; el agente parece dominado por un delirio. Los policías ya han activado el protocolo para situaciones de este tipo.

1.30 horas. Llega el negociador -el inspector jefe responsable de la UDEV- y cerca de una veintena de especialistas en asaltos del Grupo de Operaciones Especiales de Seguridad (GOES). La primera medida es pedir a Iberdrola que apague las luces de la calle y del resto del barrio para no convertirse en un blanco perfecto del posible francotirador.

Los «goes» aseguran la entrada a la finca y facilitan el acceso del negociador, que intenta por todos los medios abrir un diálogo viable con el guardia. Ni responde, ni se mueve. Durante un tiempo largo se llega a pensar que ha podido suicidarse. Poco antes se unen agentes de la Comandancia de Valencia que intentan colaborar en esa negociación.

3.00 horas. Los «goes» consiguen situarse sigilosamente en un cuarto que comparte tabique con el dormitorio donde se mantiene encerrado el guardia civil. Escuchan su respiración y movimientos leves. Comprueban que está vivo y el negociador intenta de nuevo que el agente le hable, que plantee peticiones. Poco a poco parece entrar en razón, pero cuando la situación parece al borde de la resolución, el agente se repliega. Vuelta a empezar.

Las horas van pasando y la situación se eterniza. El responsable del GOES advierte que el asalto es complicado. Se trata de la segunda planta de una edificación de dos alturas. Una mujer mayor vive en el bajo y se le advierte que se mantenga confinada en el interior.

El alba apura la decisión

El hecho de que sea guardia civil añade dificultades. Nadie sabe cuántas armas ni cuánta munición almacena en casa. Ni cuál puede ser su reacción ante la entrada violenta y sorpresiva de los «hombres de negro». Pero el tiempo corre en contra de los agentes: los vecinos más madrugadores empiezan a salir de sus casa para irse al trabajo. En un par de horas comenzará el movimiento diario de niños en edad escolar.

5.00 horas. Agotada la negociación, los agentes del GOES deciden entrar. En pocos segundos acceden a la habitación del guardia, que está tumbado en el suelo, medio inconsciente. También hay una botella de whisky casi vacía y un «tupper» lleno de fármacos. La médico del SAMU le administra un tratamiento de choque para revertir la intoxicación. Los «goes» se repliegan.

5.20 horas. El atrincherado, ligeramente tambaleante, es ayudado por los sanitarios y varios agentes a entrar en la ambulancia. Continúa siendo tratado mientras se decide adónde va a ser trasladado.

5.37 horas. La ambulancia del SAMU sale de la calle Virgen del Pilar -paradójicamente, la patrona de la Guardia Civil- hacia el Hospital La Fe de Valencia. El agente, que está detenido y acusado sólo de atentado a agente de la autoridad, es ingresado, bajo custodia policial, en la unida de psiquiatría. Aún no ha declarado.

6.10 horas. Se retiran los últimos agentes, que trasladan a comisaría la pistola, la munición y los doce casquillos recogidos en la vivienda.