El presunto asesino de La Vila Joiosa se ensañó con sus hijos antes de incendiar la casa para suicidarse, según confirmaron a este diario fuentes cercanas al caso. La investigación está prácticamente cerrada pendiente de detalles complementarios de la investigación, hasta el punto de que la juez de La Vila dio autorización para que los familiares pudieran enterrar los restos mortales. El sepelio de los dos menores se celebró ayer por la tarde en la más estricta intimidad en la pedanía de Guadalupe. El mal estado de los cadáveres ha hecho imposible poder identificarlos al cien por cien y todo está a expensas de que las pruebas de ADN confirmen las identidades.
Los crímenes ocurrieron el pasado martes por la mañana en una casa rural de la partida l'Almisserà, donde el presunto asesino acabó con las vidas de su madre de 66 años y de su hijo de ocho años y su hijastra de 14para a continuación suicidarse rociando la casa con gasolina y abriendo una bombona de gas. Se trataba de una zona con muy pocos vecinos cerca, por lo que los asesinatos se cometieron prácticamente en la intimidad después de que se cerraran todas las puertas de la vivienda desde el interior. La hipótesis de la investigación apunta a que los crímenes son fruto de la violencia machista, y que el asesino utilizó la muerte de sus hijos para incrementar el dolor de su exmujer.
La investigación apunta a que los crímenes pudieron cometerse entre las nueve y las diez de la mañana, durante los momentos anteriores a la deflagración. El presunto homicida, que residía en la pedanía murciana de Guadalupe, estaba en trámites de separación y vivía temporalmente en la casa de su madre, donde pocos días atrás se había llevado a su hijo y a su hijastra. En la misma casa estaba viviendo otro hermano, que esa misma mañana fue levantado por la madre para irse a trabajar en torno a las ocho de la mañana. Éste es el referente temporal que marca el momento en que pudieron cometerse los crímenes.
Los agentes que aquella fatídica mañana entraron en esta casa de los horrores quedaron impresionados por la ferocidad que el asesino había empleado para acabar con la vida de sus familiares. Aparte del efecto devastador del fuego, los cadáveres de los dos menores presentaban un elevado número de puñaladas y se encontraban carbonizados por el fuego, circunstancia que recordó a muchos el caso de los niños de Córdoba asesinados por su padre, José Bretón.
