Un trabajo como jornalera en el campo valenciano. Esa era la oferta laboral por la cual una mujer, de origen rumano, aceptó trasladarse hasta la capital valenciana desde su país natal. Cuando llegó, la promesa de recoger naranjas se esfumó y en su lugar apareció la prostitución, obligada a ejercerla por unos proxenetas. Un cliente acompañó a la joven hasta la comisaría de Torrent y le ayudó a huir del local donde era forzada.

Agentes de la Policía Nacional iniciaron entonces una investigación que ha desembocado en la detención de cinco personas y la imputación de otras diez, todas compatriotas de las mujeres explotadas. La Policía ha liberado a otras siete víctimas que eran prostituidas en clubes de alterne y en las calles de Valencia, Castelló, Alicante, Albacete y Murcia.

Según las investigaciones, la organización criminal tenía distintos métodos de captación. En algunos casos, como el de la denunciante, se les ofrecía puestos de trabajo falsos. En otros, utilizaban el procedimiento conocido como «Lover boy», que consiste en entablar una falsa relación sentimental entre el explotador y su víctima. Tras crear lazos emocionales, las mujeres accedían a viajar hasta España con su pareja, sin saber lo que aquí les esperaba. La banda contaba también con mujeres captadoras, que se aprovechaban de chicas que ya estaban ejerciendo la prostitución para someterlas a la voluntad de los proxenetas.

Los policías averiguaron durante las pesquisas que algunos de los miembros de esta organización se habían establecido en otros países de la Unión Europea. Habrían abandonado España con el fin de obtener más beneficios de la explotación sexual de sus víctimas.

Encerrada y amenazada

Cuando la víctima denunciante llegó a Valencia, fue recogida por un hombre, que la llevó a su domicilio y la mantuvo encerrada durante tres días. Fue entonces cuando le explicaron las condiciones reales de su trabajo, que distaban mucho de ser las de recolectora en el campo. Tras ese cautiverio, fue trasladada a un club de alterne y obligada a ejercer la prostitución. Al cabo de unas semanas, durante las cuales padeció amenazas y todo tipo de agresiones físicas, fue «vendida» a otro ciudadano rumano con las mismas intenciones. Días después consiguió escapar con la ayuda de un cliente.

El grupo criminal estaba perfectamente estructurado, con una jerarquía y funciones definidas, cuyos miembros estaban unidos entre sí por vínculos afectivos ya que la mayoría procedía de la misma región de Rumanía. Se les ha imputado delitos de trata de seres humanos, prostitución coactiva, amenazas y pertenencia a organización criminal.